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Los dilemas del retorno a las Minas de Hiracal

Por María Ruth Mosquera / EL PILÓN
Especial para El Pilón

Este pueblo, a solo 20 minutos de Valledupar, ha tenido que soportar el azote de guerrilleros y paramilitares. Hoy, a pesar de que supuestamente la guerra ha quedado atrás, muchos de sus habitantes, temen regresar. 

La vieja Pacha’ no regresará. Si alguna reparación le ha de hacer el Estado colombiano, tras la separación de su familia y la destrucción de su proyecto de vida a manos de grupos armados, tendrá que ser en un lugar distinto y distante a Las Minas de Hiracal, un corregimiento de Pueblo Bello en donde quedaron sepultados su esposo, dos de sus hijos, sus sueños y su historia.

La única vez que probó regresar, los recuerdos le hirieron el corazón. Esa vez, algunos de sus paisanos, sobrevivientes como ella, la levantaron y la sacaron del pueblo con la certeza de que no volvería nunca más. Le dolió hasta el llanto, pese a que habían trascurrido siete años desde que ella, con lo que quedaba de su familia y el resto de habitantes se desplazaran sin rumbo fijo. Algunos solo llevaban consigo la ropa que tenían puesta. Ni siquiera alcanzaron a hacerle el duelo a sus muertos.

Francisca Peñaloza, ‘La vieja Pacha’, tiene setenta años y entre sus paisanos es recordada como la propietaria de la única tienda que había en el pueblo en los años noventa. Su esposo, Elías Orozco Arzuaga, era el corregidor, un líder natural, gestor de la primera escuela, quien asumió la vocería de todos, hasta que viajó a Valledupar para advertirles a las autoridades que la guerrilla estaba en la zona, llevándose a los jóvenes y extorsionando a los ganaderos.

El día de su regreso un grupo de hombres lo sacó de su casa para matarlo. No bastó que su hijo Elías Orozco Peñaloza suplicara por su vida. Ambos fueron asesinados. Luego la guerrilla reunió a todos en la plaza. Las palabras de alias ‘El Charro’, comandante en la zona, permanecen frescas en la memoria de José Luis Peralta, quien heredó el liderazgo de Orozco y otros más . “Nos dijeron: Era un enemigo de la causa y quien es enemigo de la causa es enemigo del bien común y quien es enemigo del bien común, es objetivo militar”.

Esas imágenes pasaron una y otra vez por la mente de ‘La vieja Pacha’, un día de 2007, cuando se atrevió a subir de nuevo a Las Minas para apoyar en las elecciones del Concejo a uno de los suyos. Pero no pudo soportar ver de nuevo la que fue su casa, su tienda, el lugar en el que estaba su huerta y mucho menos mirar hacia el potrero del difunto Víctor Hinojosa, de donde sacaron el cadáver desnudo de su hija Amira, víctima esta vez, de los paramilitares.

El desplazamiento

José Luis Peralta también se alejó ese día. Nació y se formó en Las Minas de Hiracal. Era el ‘líder aprendiz’ de Elías, José y Amado, quienes, debido a ese liderazgo, fueron asesinados por los grupos ilegales . Entonces, por orden natural, quedó él. “Por eso me he esforzado”, dice. También ha sido amenazado durante varios años, sin poder regresar, pese a que quiere hacerlo y su nombre figura en la lista de personas que retornaron del Departamento para la Prosperidad Social, DPS.

José Luis ha sido testigo de todas las transformaciones que ha sufrido el corregimiento, primero por la presencia de la guerrilla que llegó a imponer un nuevo orden social, vio menguar día tras día la producción de café y de plátano y como la gente también sufría.

También fue testigo de ese fatal 31 de mayo de 2000, cuando se dio el primer deslazamiento masivo. Algunas familias ya habían abandonado forzosamente sus propiedades, pero ese día, cuando mataron –esta vez los paramilitares- a Amira Hinojosa, Héctor Orozco y a María Jaramillo, el miedo superó las fuerzas de muchos, que decidieron irse, entre ellos ‘La vieja Pacha’.

En junio y luego en julio de ese mismo año tuvieron lugar dos nuevos desplazamientos producto de las matanzas perpetradas por paramilitares. Fue así como llegaron a contarse 256 familias desplazadas, que terminaron, la mayoría, en Valledupar, trabajando como mototaxistas, vendedores de minutos de celular o ‘pimpineros’.

De estas familias, ya han tenido el valor de regresar 76, a las que se suman 42 familias desarraigadas de otros municipios que en 2003 se asentaron en ese corregimiento, para un total de 118 familias que se encuentran en los registros del DPS.

José Luis tiene una parcela pero no ha podido mudarse por el riesgo de ser asesinado. Anhela volver porque no puede resignarse a que tanto sacrificio haya sido en vano. “Quiero reconstruir la casita de la finca, restaurar la producción de café y plátano, levantar los beneficiaderos y producir de una manera sostenible. Me da nostalgia, pero hay que tratar de empezar de nuevo”, dice.

Mantener a las ‘familias en su tierra’

Esos son los planes del Gobierno de Juan Manuel Santos. Se trata de “brindar condiciones dignas y seguras para aquellos colombianos que luego de haber sufrido el desplazamiento forzado a causa de la violencia, deciden regresar a sus tierras voluntariamente o establecerse en un lugar diferente al de su expulsión”. Para lograrlo, ha implementado la estrategia ‘Retornar es vivir’ que materializa a través del programa ‘Familias en su tierra’.

Por eso, desde 2009, en Cesar se realiza el levantamiento o actualización de censos y verificación de necesidades a partir de la construcción participativa de los denominados Planes de Retorno o Reubicación.

La Unidad de Atención a Víctimas en el departamento ha implementado, además, el programa ‘Proyectos Dinamizadores’ que pretende acompañar en su retorno a 1.800 familias. Se realizará en dos fases, localizadas en 74 veredas de nueve municipios del departamento.

Uno de esos será Las Minas de Hiracal, con las veredas El Hondo, Las Bóvedas, La Góngora, Los Venados, Antiguo Uno, Neblinas y la cabecera del corregimiento.

Juanita Ramírez, directora territorial de la Unidad, explicó que con el programa de ‘Familias en su Tierra’, “tenemos la opción de llegar al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar para que preste los servicios que requieran los niños; orientación ocupacional con el SENA y proyectos productivos con el DPS”. Según explica la funcionaria, está establecido que los proyectos para los municipios con personas que han retornado sean prioridad tanto en entes territoriales como en las instituciones nacionales. Algunos de estos proyectos pueden disponer de recursos de regalías.

“Los retornos pueden ser colectivos o individuales. A las familias se les puede atender en los lugares donde se encuentren, es retorno o reubicación, pero lo más importante es que las personas quieran volver”, explicó Ramírez y reiteró que la Unidad “está en la obligación de apoyarlos en el proceso de reubicarse. Si no quieren retornar de manera colectiva, los atendemos en forma individual”.

¿Por qué ese pueblo?

Las Minas de Hiracal, corregimiento del municipio de Pueblo Bello, está ubicado en el piedemonte suroriental de la Sierra Nevada. Desde la década de los ochenta fue azotado por la guerrilla de Las Farc (frente 59), el Eln (frente Seis de Diciembre) y posteriormente, desde 2000, por los grupos paramilitares, el frente Mártires del Cesar.

Ha sido un lugar de disputa por los ilegales debido a su ubicación estratégica, ya que tiene fácil conexión con otras poblaciones como Valencia de Jesús, Aguas Blancas, Mariangola, y porque en sus vías la guerrilla podía instalar retenes ilegales y escapar fácilmente.

En Las Minas está el cerro Góngora, un lugar con trincheras naturales que servían de guarida a los subversivos y les permitía repeler los enfrentamientos con el ejército.

En el 2010, el Grupo de Memoria Histórica del Cesar realizó el ejercicio de reconstrucción de memoria de Las Minas de Hiracal, siendo el primero en el país. El proyecto buscaba fortalecer a la comunidad en el proceso de construir su memoria del conflicto. El trabajo fue presentado en una multimedia, que contiene una radiografía de lo que pasó. La nueva tarea es la realización de un documental, que cuenta con el apoyo del cineasta canadiense Carl Court.

 

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