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Los días que veremos

Por Fuad Gonzalo Chacón

No sé si también les pasa a ustedes, pero para mí es bastante deprimente ver cómo los hermosos parajes y paisajes con los que uno suele quedar estupefacto cuando viaja por carretera a lo largo de Colombia comienzan a ser contaminados por la despreciable publicidad electoral. Es como la nueva propagación de un viejo virus que arranca de la nada con un paciente cero que, por lo general, se erige a modo de valla olvidada en la mitad de la curva más pronunciada de Pescadero o la recta más prolongada del Alto de la Línea y luego va expandiéndose exponencialmente a todo los rincones de nuestro mapa.

Algunos han invertido sumas bastantes considerables de dinero para que el diestro mouse de un diseñador por arte de mágicos clics les quite las arrugas y les rebaje el filo de los colmillos, mientras otros han optado por contratar pintores de brocha gorda para que vayan estampando sus nombres mayúsculos y logos caricaturescos en cuanto muro virgen vayan encontrando. Sea cual sea la estrategia de la que echen mano la verdad es que los días que veremos de aquí en adelante serán un insoportable despliegue de sonrisas postizas y poses forzadas, vaticinios cínicos de las promesas que habrán de romper.

El brote de esta enfermedad puede contagiarle a través del periódico de la mañana, con un volante en la ciclovía dominguera o por una cuña en el intermedio de su novela favorita, y habremos de estar preparados para resistir con estoicismo este monzón de apellidos, números y colores que buscará vernos la cara de nuevo con sus eslóganes trillados y cada vez menos originales. Serán tiempos difíciles donde estaremos asfixiados constantemente por rostros conocidos y aborrecidos que estarán dispuestos a prometer desde la paz hasta la guerra con tal de conquistar nuestro voto. Sin mencionar los actos públicos que se ciernen amenazantes en el horizonte, esas demostraciones de bravuconería política donde bloquear una calle principal en el nombre de la democracia es la excusa perfecta para demostrar quién tiene la fila más larga de fanáticos.

En resumen, vienen los meses nefastos de la ilusión, donde muchos volverán a creer por un ideal y otros tantos lo harán por la fuerza transformadora del tamal o el cemento. Sólo hay 100 cupos en el arca de Noé del capitolio nacional y no toda la fauna electoral que veremos en los tarjetones podrá caber allí, por ello la lucha será a codazo limpio entre los que con ideas valientes quieren un lugar para cambiar las cosas y los que sólo aspiran cuadrar su pensión de jubilación.

Mientras tanto los bigotes mentirosos de muchos candidatos nos seguirán tapando la magia hechizante de las montañas y los ríos que atraviesan los vidrios de nuestros autos en carretera y nos alegran el regreso a casa.

Obiter dictum: Es una pena que los héroes populares de nuestro país, como Diomedes o el Joe, siempre hayan tenido problemas con la justicia o la droga, de haber sido verdaderos ejemplos para mostrar podrían haber ayudado a transformar a Colombia.

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