El mundo increíble: mientras algunas madres o padres maltratan física o verbalmente a sus propios hijos, hay otro grupo de parejas que les es imposible tener ese don hermoso de la procreación. Algunas después de tenerlos los regalan, los venden como cualquier objeto y en el peor de los casos, los asesinan. Algunos animales en ese aspecto nos superan y se comportan mejor que nosotros. Esas hermosas e indefensos criaturas que reflejan amor, cariño y ternura, por el hecho de nacer limpios, sin ataduras y libres de cualquier contaminación emocional, tienen el derecho propio de ser atendidos como lo que son.
En derecho civil, al nacer después de ser separarnos del cordón umbilical tienen derecho a la figura de la “Personalidad Jurídica” que encierra todos esos derechos: a un hogar, un apellido, una familia, a vivir en armonía, por su propia condición de indefensión, bajo ninguna razón podemos aceptar que se les vulneren sus derechos. En gran parte el problema radica en las precarias condiciones en que viven la mayoría de esos padres a la hora de traer sus hijos al mundo, nacen rodeados de miserias y muchas necesidades. Sobre todo en los barrios subnormales de pueblos y ciudades donde no llegan los programas a favor de estos recién nacidos, en ese entorno no apto para su desarrollo es donde más se palpa el maltrato infantil.
Ellos al llegar a cierta edad en algunos casos son obligados por sus padres a trabajar para de alguna manera, ayudar a sus familias que tampoco recibieron educación al igual que ellos. Buscar soluciones definitivas para así reducir los índices del trabajo infantil a esa población de niños vulnerables que por su condición física y mental no son aptos para el trabajo.
En Colombia 38 mil niños trabajan o son explotados laboralmente. El Estado a través del Código de Infancia y Adolescencia busca precisamente la protección de esos mismos menores, no entendemos esas políticas protectoras mientras en la realidad la situación es otra. Es muy lastimoso que esa población vulnerable tenga que trabajar en vez de estar estudiando, para que esa generación le sirva más adelante al país como ciudadanos de bien. Es muy posible que las políticas de educación tengan que replantearlas y así lograr una mejor cobertura. Hay que tomar correctivos urgentemente y restablecerles sus derechos a esos menores. El Artículo 67 de nuestra Constitución dice textualmente: “El estado, la sociedad y la familia son responsables de la educación, que será obligatoria entre los cinco y los quince años de edad, que comprenderá como mínimo, un año de preescolar y nueve de educación básica.
Hagamos el ejercicio: La familia hace parte de la sociedad y esta a su vez es el pilar donde se fundamenta el Estado, esa simple ecuación nos da por resultado que es el Estado quien tiene la responsabilidad directa de la educación gratuita de todos los menores en Colombia, pero la realidad es otra. La educación debería ser obligatoria para esos menores, y así aplicar correctamente el mencionado artículo. Por otro lado hay una cruda realidad que no se puede ocultar y es la que conlleva a este problema netamente social, la población que crece diariamente sin ningún tipo de control. Sería mejor con programas de prevención, evitar los nacimientos desproporcionados, que permitir el sufrimiento de esos niños que en algunos casos son de embarazos no deseados. Esa responsabilidad con ellos es de todos, no podemos seguir permitiendo el maltrato infantil.
Por Julio Rojas Buendía