El pasado 28 de junio, en una entrevista al Diario la República, la directora de la Cámara de Alimentos de la Andi, Carolina Lourduy, afirmó no entender por qué los alimentos no habían bajado de precios, si el fenómeno de El Niño había terminado dos meses atrás. Además, exigió una respuesta inmediata a los dirigentes de la producción agropecuaria porque de lo contrario habría que presionar al Gobierno para que les permitiera importar materias primas (papa, azúcar, aceites, maíz, arroz, frijol), sin arancel para bajar los precios de mercado.
Claramente, estas preocupaciones y sugerencias de la representante de la Industria de los Alimentos de la ANDI, expresa un gran desconocimiento respecto al proceso de producción y comercialización de los alimentos en Colombia. Me hizo recordar a las declaraciones del viceministro de Desarrollo Empresarial, Daniel Arango, cuando a principios del mes de enero, informó al país (a través del noticiero CM&), que había logrado la primera exportación de aguacates Hass hacia los Estados Unidos, cuando dicho producto no es admisible en ese mercado por no cumplir con los requisitos fitosanitarios exigidos por la APHIS (Animal and Plant Health Inspection Service), por sus siglas en inglés.
Los empresarios del sector productivo del país andan muy preocupados por los espectáculos mediáticos y constantes desaciertos de estos inexpertos funcionarios que inciden en las políticas públicas del sector agropecuario del país.
A pesar de haberlo advertido a principio de año en esta columna, el Comité AAA, del Ministerio de Comercio, cometió el error de sugerir al Consejo Superior de Política Fiscal (Confis), eliminar los aranceles de un grupo de materias primas importadas para reducir la inflación. Seis meses después, la inflación se mantiene en el 8.2 % (las más alta en los últimos 15 años), la Nación dejó de recibir un monto importante en impuestos, se afectó la inversión en el campo y se golpeó duramente los ingresos de los agricultores. Con un dólar a $3.000 era más beneficioso para la economía del país, apoyar el programa del millón de hectáreas del ministro de Agricultura, Aurelio Iragorrri, que incentivar las compras y siembras subsidiadas de otros países. Al final del día, los grandes beneficiarios fueron los productores extranjeros, los intermediarios y varios transformadores de esas materias primas.
Volviendo a las molestias de la funcionaria de la ANDI con nuestros campesinos por el incremento sostenido y generalizado del nivel de precios, mi respetuosa recomendación es que salga a las zonas rurales del país y compare el precio al productor con el precio al consumidor. El Sistema de Información de Precios y Abastecimiento del Sector Agropecuario –SIPSA- del Dane, que recibe 1.500 millones de pesos anuales del ministerio de Agricultura, puede ayudarle a encontrar a los verdaderos especuladores de estos precios.
No busque el ahogado rio arriba. La caída de los rendimientos por hectárea por causa del fenómeno de El Niño, los altos costos de transporte, energía e insumos agrícolas (por la trepada del dólar), ha llevado a que nuestros agricultores y ganaderos, se queden tan solo con el 5 % del negocio. Los verdaderos culpables de esta inflación no están en el campo, están en las ciudades y muy cerquita a usted.