El departamento del Cesar ya avanza en su quinto nivel, creado desde el año 1967, y de esos años de verdor que le brindó la naturaleza fue cambiando al negro desértico y oscuro con el que poco a poco se pintó posteriormente.
De la esperanza agrícola y ganadera de sus campesinos en toda su extensión territorial: hatos de ganado multicolores, el verde del arroz, maíz, ajonjolí; el blanco puro de los algodonales, sucumbieron ante las palas y los picos inmensos de quienes junto a la dinamita comenzaron a cambiarle la cara al departamento.
Los ríos sufrieron los embates de la minería: desviaciones y sequías definitivas. La figura del campesino con hacha, machete y azadón fue suplida por el hombre del casco, el de uniforme de color vistoso y franjas luminosas, el de botas punta de hierro y caminar hazañoso.
La profecía se cumplió a cabalidad: “Alerta, alerta vallenato, mira que ahí viene La Guajira, lo comentaba Pedro Castro: que el gran desierto se avecina”. Socavones inmensos, desierto total, un descuido irresponsable del medio ambiente disfrazado de disciplina ambiental que no se ve por ninguna parte, nubes inmensas de arena y vicisitudes que nos presagian tiempos difíciles.
Pueblos inmersos en la miseria, sin agua potable, sin condiciones de vida digna, sumidos en la pobreza y con los hombres, los mineros: de cascos rotos, de uniformes desteñidos y de caminar encorvados, con los pulmones llenos de carboncillo, enfermos; con estrambóticas plazas y obras públicas llenas de corrupción, despilfarrando sin misericordia los recursos de las mal llamadas regalías. No hay derecho.
“Y entonces, el pasto verde que hay en tu región, será cambiado por tuna y cardón y el verde intenso de tu algodonal no será visto allá en Valledupar”. Eso hoy, tristemente, es una realidad. Como real es la ida de Prodeco, dejando a todos viendo un chispero. Es real que diga me voy y todo pase como algo normal.
Entonces nos preguntamos: ¿de 7.600 empleados directos e indirectos que tenía la empresa en 2019, pasaron a ser 1.200 que irán desfilando y después solo serán 300, que también se despedirán sin ninguna consideración, y qué hay con ellos? Es decir, la economía de estas familias se verá sustentada con los ajustes en el IVA que trae la nueva reforma del señor Duque, pero beneficios y garantías de protección laboral para ellos no hay, ni por parte de sus empleadores ni mucho menos como apoyo del gobierno.
Es triste ver como después de haber usufrutuado nuestro suelo, de dejarnos llenos de desiertos, sin ríos y enfermos, simplemente un adiós y chao contigo.
El daño ecológico es inmenso, nos comenzaron a matar de adentro hacia afuera y nadie dijo nada, mataron nuestra vocación agrícola ganadera y el silencio es sepulcral. Y ahora, ¿quién podrá defendernos? Dios se apiade de nosotros. Sólo Eso.