En Caracolí, cinco hermanos que se querían mucho; tenían ¡súper poderes! Martín Elías, el mayor se tragaba el agua del mar. El segundo, llamado Cesarini, era sólido como el acero. El tercero, Alexis, podía estirar sus extremidades a leguas. Carlos, era resistente al fuego y, Jesús, podía mantener la respiración por días. Eran tan parecidos que parecían cinco goticas de agua.
Un día Martín Elías, fue invitado por un amigo a pescar. A lo que respondió – No tengo atarraya- . El chico le dijo –conozco tu poder-. El muchacho aceptó. Le recomendó que cuando él le hiciera una señal, debía salirse inmediatamente. Al llegar al mar y empezó a succionar el agua, su amigo quedó asombrado de las maravillas: cucarachas, peces dorados, ostras… a Martín, ya le dolía el estómago y le hizo la señal a Diego, pero éste estaba tan maravillado que no se percató. Al soltar el agua, su compañero se ahogó. Martín fue sentenciado a ser decapitado. En su último deseo, pidió ir a despedirse de su madre. Lo acompañó un guardia, que lo esperaba afuera. Entonces Cesarini, se puso la ropa de su hermano sentenciado y se fue al juicio. Su cuello destrozó el hacha del verdugo.
El juez propuso tirarlo al mar, pero el listo muchacho también pidió como última voluntad, ir a su hogar. Una vez en su casa se cambió por Alexis, al sumergirlo en las profundidades, estiró sus extremidades y tocó el fondo, y luego sacó su cabeza, riéndose. Propusieron tirarlo a la hoguera. Al cumplir con el último deseo de todo sentenciado, se cambió por su hermano Carlos, que fue lanzado a la candela, después de unos minutos, ordenaron echar más leña. Transcurrida tres horas, abrieron la hoguera y Carlos salió desnudo, lo único que se quemó fue su ropa. El juez desconcertado, pidió a los asistentes la manera de cumplir con la condena. Así que un hombre entre la multitud dijo: -¡asfíxienlo!-. Lo enviaron a casa de su madre con cinco guardianes bien armados. Entonces se cambió por Jesús, su hermano menor.
Lo introdujeron en una cámara sin aire dos días, el juez dijo- si esto no funciona, lo dejaré libre. Cuando se cumplió la fecha, abrieron y Jesús dice- ahhh… qué gran sueñooo…
Autor: Jesús Alberto Tamara – Institución Educativa Luis Rodríguez Valera, Los Venados, Valledupar