Los Carnavales

Soy partidario de un no rotundo al festejo de los carnavales en esta ciudad. Y esta afirmación la hace nada menos que una persona que hizo parte de la Junta del Carnaval, por espacio de más de 20 años, en compañía de Efraín Lacera, el Compita Jácome, Sanín Murcia, César Maestre, Álvaro Muñoz Vélez, Jaime Olivella, Orlando Torres, Rodrigo Tovar y Libardo Cuello, casi siempre dirigidos por Rodolfo Campo Soto de presidente. 

Qué no hacíamos para que esas festividades fueran una de las mejores de Colombia, después de Barranquilla, en donde a veces, exponiendo nuestra platica, pudieran venir a deleitarnos Cuco Valoy, Juan Luis Guerra, Las Chicas del Can, Los Menudos, La Billo y Los Melódicos, alternando con Alfredo Gutiérrez, Los Corraleros del Majagual y Joe Arroyo, que no faltaban.  Eran dos meses de precarnaval, con reinas y sus tronos o casetas que se hacían al aire libre y, por último, la escogencia de la reina en La Plaza; ese era un soberbio espectáculo popular absolutamente gratis.

Hoy en día, con los precios exorbitantes de nuestros conjuntos vallenatos y de las orquestas extranjeras, eso no se puede hacer, y solamente es posible si los alcaldes asumen esos extravagantes gastos. Hablando de eso, no entiendo como pequeños municipios a lo largo y ancho del país se gastan miles de millones de pesos presentando en las tarimas, que no pueden faltar, a los costosos conjuntos vallenatos y no vallenatos que cobran sumas astronómicas por una o dos tandas, cuando hay tantas necesidades y hasta hambre en el pueblo; ¿será que las Contralorías o las ias en general no podrán intervenir para evitar esta clase de desangre letal e inmoral.

Apoyo irrestrictamente la idea del señor Alcalde Ernesto Orozco de no oficializar los carnavales y por ello no invertir un peso en las fiestas del Dios Momo, quien quiera carnavalear que se costee sus gastos, y los que no, que más bien guarden la platica para nuestra emblemática y gran fiesta: el Festival Vallenato, donde todo es recaro.

Ya entrado en los 60, en una reunión de la Junta, manifesté mi retiro y expuse mis motivos, entre ellos, que había que darle la oportunidad a los jóvenes, ya que las reinas bonitas y quinceañeras no se sentían a gusto andando y bailando con tanto viejo, a lo cual el eterno y buen presidente, Rodolfo Campo, me contestó: “Él que se sienta viejo y quiera irse que se vaya, nos duele, pero no lo podemos evitar, él que se queda soy yo, que todavía tengo energías suficientes para enfrentar varios carnavales más”. 

Y así lo hizo, con los otros muchachitos que lo siguieron en esa idea, hasta cuando se convencieron que las cosas habían cambiado y todo se había encarecido y ya no podían hacer un sancocho de 100 bocachicos, como era costumbre en el Taller de Murcia, que tan barato y fácil era realizarlo. Ese sancocho de pescado o mondongo era tradicional después de los desfiles suntuosos y bellos que hacíamos por las principales vías de la ciudad, donde cada miembro de la Junta era un policía que le colaboraba a la Policía para que todo se hiciera en un desorden ordenado. Después vino la anarquía y la inseguridad y acabó con esos inolvidables espectáculos.

Quién será capaz en esta época de levantarse a las 10 de la mañana un Miércoles de Ceniza, enguayabado y salir en el famoso Land Rover de Sanín Murcia a mojar a los amigos; y al que encontraran en la calle con una agua, sacada de un tanque de 55 galones, que adentro tenían 2 o 3 bloques de hielo de 50 kilos cada uno. No creo que eso lo haga hoy en día nadie y menos que alguien se preste para hacer el papel de Joselito el día de su muerte, como lo hacía Zaba o Zabaraín en el Club Valledupar y muchas personas más en todos los barrios.

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Desesperante, por no decir otra cosa, la situación de las personas afiliadas a Sanitas y Colsanitas con el nuevo Dispensario de Drogas en donde lo usual es que nunca las hay y creo que la situación con las demás EPS es igual. ¿Será que quienes compramos las drogas que no han podido entregarnos, nos devolverán los dineros invertidos si presentamos las respectivas cuentas?

Por: José Manuel Aponte Martínez.

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