Mis consejeros periodísticos Tío Chiro y Tío Nan disertaronayer de lo que puede pasar este domingo 9 de marzo, fecha en la que serán elegidos los congresistas colombianos y de sus danzas millonarias para enfrentar una campaña eleccionaria que –según los datos- valen cada una entre 3 mil y 5 mil millones de pesos.
No se compadece lo que “invierten” esos candidatos en sus campañas con el salario que van a recibir. Es decir, lo que se ganan en los 4 años no representa ni el 18 por ciento de lo que se gastan en las elecciones.
Sin embargo, las danzas de los millones está ahí y uno ve a hermanos y familiares de los alcaldes (muchos de ellos del Cesar y La Guajira) como gerentes de las campañas de los candidatos (foráneos o de la región). “Algo hay en el canto de la cabuya”, afirmó mi consejero periodístico Tío Chiro.
Tío Nan fue más enfático cuando aseguró que muchos de los alcaldes también bailan el mismo vallenato, al son de cada gobernador para “ayudar” a sus candidatos al Congreso y desde allí seguir manipulando sus intereses económico y proselitista y direccionando gerencias de institutos, universidades, hospitales, casas de chances, contratos de obras públicas, etc.
No importa qué cuesta la campaña, dinero es lo que hay aunque cada candidato afirma que son unos “chavitos” que donan sus familiares. Todo el mundo sabe que no es así, pero nadie habla citando nombres por miedo a caer asesinado.
Inclusive, se sabe de las enormes maquinarias políticas del Estado trasteando votos de pueblos en pueblos, para lograr la curul de sus trúhanes, para seguir saqueando las alcaldías a través de sus garras malévolas como está ocurriendo en el Cesar y La Guajira y muy seguramente en el resto de Colombia, en donde las obras no se ven por ninguna parte, pero las contrataciones son multimillonarias.
Según Tío Chiro, ya estamos acostumbrados a que los hijos, hermanos y familiares cercanos de los alcaldes sean los cabezas “visibles” de las contrataciones, los que reciben el diezmo de cada contratación para luego repartírselas entre ellos, mientras que el pueblo sigue sumido en el mismo letargo maquiavélico.
Es que este país ha transitado durante décadas por caminos de violencia, de injusticia, de narcotráfico, de paramilitares, de engaños, de promesas, de estafas masivas; la grandeza de Colombia es que su sociedad ha sobrevivido, con un gran ejemplo de disciplina civil, a todas estas catástrofes. Contrario a lo que habría sucedido en otros países, en Colombia ni las guerrillas, ni los paramilitares, ni los carros-bombas, ni la estafa de Guavio, ni la voladura del edifico del DAS, ni los secuestros masivos, ni la extorsión, ni los falsos positivos, ni las “chuzadas” han doblegado a su sociedad.
Muchos de los males que enfrenta esta sociedad actual son producto, dice Tío Nan, de habilidades del interesado para hacer parecer cierto lo falso o para hacer creíble lo increíble, en cuyo caso, el error del pueblo consiste en no distinguir la verdad de la mentira, lo falso de lo verdadero.
Podría afirmarse que la habilidad del político para engañar tiene su mérito y ese mérito es el premio de resultar vencedor. Pero aquí es donde se da el nudo problemático: los buenos políticos por lo general no tienen esa virtud que tiene el falsario para convencer y arrastrar, ni la fortaleza de voluntad para persistir cuando las cosas andan mal. Hasta la próxima semana.