Por: Rodrigo Bueno Vásquez
Una de las causas más frecuentes de los reclamos de los consumidores contra quienes les venden vehículos amparados por una garantía es el trato displicente o descortés que les han dado después de que al ofrecerles el vehículo todo eran fiestas, sonrisas y llamadas a cualquier hora al celular, todo lo cual desaparece cuando el fragante automóvil nuevo no funciona correctamente.
Juegan con su sensibilidad los Asesores Comerciales a quienes acuden los clientes porque el vehículo recién comprado presenta un inconveniente, cuando les dicen que no se preocupen que eso se soluciona por garantía, endosándoselos al taller de servicio sin importar si la garantía aplica o no al caso, el todo es quedar bien.
La nueva ley del consumidor establece que la garantía del vehículo se interrumpe mientras el taller atiende el servicio por garantía, y además le dio facultades a la Superintendencia de Industria y Comercio para multar a quienes no prestan con eficiencia los servicios de taller, o no suministran repuestos a tiempo.
A los clientes les ofende que les digan que los frenos, el par del motor o el embrague se están desgastando anormalmente porque no utilizan el vehículo como se debe, lo cual hiere su orgullo de conductores avezados ¨con más de 30 años de experiencia¨, y agrava las cosas. A veces es cierto, pero si el defecto es de calidad o de diseño es mejor reconocerlo por garantía y no echarle la culpa al cliente, porque eso no es de caballeros.
Adicionalmente, sino se le informa al cliente sobre el diagnóstico de la falla, el pedido, transporte y recepción de los repuestos que se necesitan para repararla, se infringe la obligación de suministrarle información clara, precisa, idónea, suficiente y oportuna, como manda la ley, y eso también es sancionable, así en esa lista no esté la palabra ¨cortés¨.
Buenas maneras son la clave del juego