Por: Imelda Daza Cotes
Al finalizar cada año calendario son inevitables los balances y las reflexiones sobre lo ocurrido. De ahí surgen los propósitos y buenos deseos para el año que comienza. Esto aplica en el terreno privado y en el público; es un ejercicio saludable que tal vez mejore el estado de ánimo individual y colectivo e inyecte un poco del necesario optimismo que cada uno, y la sociedad en su conjunto, requieren
El 2010 fue un año marcado por los desastres naturales. La tierra, ese preciado bien que nos ha sido dado en préstamo por las futuras generaciones, expresó con furia sus dolencias y su rabia y cobró en vidas humanas y en daños materiales las consecuencias del maltrato que padece por la acción irracional del hombre que ha sobreexplotado sus recursos. El año empezó con el terremoto en Haití, el desastre más devastador de nuestra era, le siguió otro más fuerte, pero menos trágico, en Chile, luego fueron las riadas y las inundaciones en España y en Pakistán donde las aguas cubrieron una quinta parte del país. En Rusia el calor y los incendios forestales destruyeron extensas zonas agrícolas. Israel, un país tan bien equipado para la guerra, no pudo controlar los incendios, fenómeno que también afectó a España. En Colombia y en Venezuela las copiosas lluvias fueron esta vez las culpables de una tragedia que ha golpeado duramente a millones.
Todos estos son fenómenos naturales asociados al Cambio Climático y lo grave es que no se observa, de parte de los culpables, la intención de rectificar. Se prevén desastres futuros aún peores. Una tarea urgente para el 2011 es generar mayor conciencia ciudadana acerca del fenómeno climático. Es necesario insistir en que los países ricos tienen que controlar su consumo compulsivo tan depredador y todos tenemos que dejar de soñar con el crecimiento económico infinito.
En el terreno económico el mundo continúa actuando bajo los efectos de una crisis económica no resuelta. El gran capital sigue dominando, su poder es ilimitado, saquea las arcas públicas y privadas y dado su enorme poderío sigue especulando sin control.
En Europa se imponen los recortes de salarios, de prestaciones y de casi todas las ayudas propias de las sociedades comprometidas con el bienestar de sus ciudadanos. Es decir, sobre las víctimas de la crisis recaen las medidas para resolverla. No faltan quienes anuncian otra Gran Depresión, con nuevos fascismos y más guerras. Los partidos políticos tradicionales se han debilitado, no son alternativa, no han sabido interpretar la coyuntura, han perdido apoyo popular, no entusiasman y parecen diluirse en un único partido que asume como tarea acomodarlo todo a los intereses de ese gran poder.
Sin embargo, ha empezado a resurgir un movimiento laboral que se resiste al imperio de la banca y de las multinacionales y agobiado por las medidas de choque, adoptadas por los gobiernos en crisis, sale a la calle nuevamente a protestar contra los recortes al bienestar social y en defensa del medio ambiente. Es un movimiento aún débil, le falta precisión ideológica, es espontaneo y su organización no está muy articulada. Pero esos que ahora reaccionan son la esperanza. Les cabe la posibilidad de soñar con un mundo mejor y se aprestan a trabajar duro. Hay que desearles persistencia y coraje en el 2011
LA PAZ sigue siendo una asignatura pendiente. Los conflictos bélicos se tornan interminables. La guerra fría no termina, sólo adquiere nuevas expresiones. Occidente sigue en pugna con las potencias del viejo campo socialista, sobre todo con China, pero también con países emergentes como Brasil, por el control de importantes recursos naturales, de zonas geoestratégicas y de todo lo que comprometa la defensa de sus intereses.
Los países latinaomericanos, cuyos pueblos, cansados de las dictaduras y de las funestas políticas neoliberales, decidieron libremente cambiar de rumbo y se comprometieron con reformas a favor de las mayorías olvidadas son hoy víctimas del más trasnochado macartismo, de amenazas veladas y de agresiones. Muchos medios de comunicación europeos se empeñan en desprestigiar a sus gobernantes, en sembrar discordias, en destacar sus equivocaciones y malinterpretar sus decisiones, todo en defensa de los privilegios de quienes se creen dueños del universo. Pero Latinoamérica, en su conjunto, empieza a mostrar un mejor perfil ante el mundo. Los buenos deseos para la región tienen que ver con la superación de la POBREZA y con la INTEGRACIÓN. Son sus urgencias.
Hay espacio para el optimismo aún en Colombia donde el gobierno de Santos después de abandonar el estilo pendenciero de su antecesor parece dispuesto a apuntarle a la PAZ. Sería su mayor logro. El mejor deseo es que insista y persista. La paz de Colombia nos conviene a todos.