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Los badulaques

 Muchos años antes, también Julio César habría de pronunciar aquella famosa frase: “Tú quoque, Brute, fili mi”.  Tú también, Brutus, ¡hijo mío! …, sorprendido al recibir las puñaladas mortales que provenían entre otras de su propio hijo de crianza, Marco Junio Bruto.

Ahora todo lo mueve el dinero en el escenario de los intereses creados donde la dignidad perdió su valor moral y ahora se tasa ante el modernismo actual a la par del dólar o del euro.

Los que han supuesto que algunas naciones poderosas hacen de padre y benefactor de los muchos países pobres están totalmente equivocados, porque ante unas dirigencias badulaques donde asoman las dictaduras elegantes nada se puede esperar ya que, para mantener su poder económico; comprar, vender y negociar se volvieron las actividades más importantes que en la política de los mercados se deban dar para acometer con las puñaladas traperas que hacen que los intercambios políticos entre unos y otros se den con facilidades únicas lo que permite concluir que en estos tiempos modernos solo la maldad y la delincuencia pagan. Ser bueno y honesto está mandado a recoger y aquí la palabra bondad es sinónimo de bruto, necio, insensible, irracional.  No creo que muchos países acudidos ya estén vociferando…

¡Tu quoque, pater nostro!

¡Tú también, padre nuestro!…

Sin darse cuenta supongo a muchos dirigentes a favor de la maldad, que para liberar a malos poderosos se intercambia por unos buenos con el poder único de su honradez social.

¿A quiénes se podrán calificar como dentro de las verdaderas leyes, si a los que sacrifican su moral y dignidad, o a los que sacrifican sus vidas en la lucha contra el mal? Comparemos las guerras políticas actuales entre algunas naciones poderosas y analicemos de qué tipo son, y observemos que solo se le busca solución a los procesos de solidez en sus economías a través del poder de sus riquezas donde el capital es determinante.  Estas naciones son dirigidas por gobiernos badulaques.

Un gobierno badulaque se caracteriza por su falta de eficiencia, débil liderazgo con decisiones irresponsables, incompetencia en la gestión de recursos públicos generando desconfianza en la población. Las políticas son inconsistentes, careciendo de una visión a largo plazo; la corrupción y nepotismo a menudo prevalecen. 

Las instituciones son frágiles, con una burocracia ineficiente. Este tipo de gobierno tiende a ignorar las necesidades reales del pueblo y prioriza intereses personales o de grupos sobre el bien común, lo que trae un clima de descontento y el decaimiento social y económico.  Entre gobiernos badulaques y dictadoras no son pocas las diferencias, pero sí muchas afinidades.

Aunque difieren en su forma, exhiben deficiencias graves. Mientras que el gobierno badulaque se caracteriza por la ineptitud y la falta de liderazgo efectivo, la dictadura se define por la concentración de poder autoritario, suprimiendo las libertades civiles y políticas; pero ambas y combinadas cómo sucede hoy en día socavan la estabilidad y el progreso y ambas terminan traicionando al pueblo.

Los historiadores antiguos supusieron que César fue el verdadero padre de Bruto y que por ello el dictador mostró siempre una especial consideración a quien creía su hijo, así estamos muchos suponiendo de que algunas naciones poderosas son nuestros acudientes cuando solo están pendientes de sus intereses económicos que les permita reinar sin afugias, no importa a quién se lleven por delante. Admiro y critico los buenos y malos gobiernos, pero no cuando están en manos de badulaques sacrificando los pensamientos universales que propagan las democracias de derechas o izquierdas, o moderadas u otras que manejadas por sensatos siempre buscan el interés social general.

Esta frase revivirá y con relevancia pronunciaremos con mucha frecuencia para hacer referencia tanto a los gobiernos como a ciertos personajes de la paranoia política llamados sus dirigentes, o presidentes, o…

“Tu quoque, pater nostro”

¡Tú también, padre nuestro! … Y así sucesivamente, si seguimos evocando a tantos en la actualidad, no terminaremos de enumerar badulaques.

Por: Fausto Cotes N.

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