Aquel jueves 1° de agosto de 1940, día de la madre tierra, cuando nació en Valledupar Consuelo Inés Araujonoguera, hija de Santander Araújo Maestre y Blanca Noguera Cotes, la vida le abría las puertas a una niña que con el paso del tiempo se convirtió en la gran gestora de la música vallenata, y la que supo unir con el poder del folclor a los hombres que se dedicaban a llevar los mejores mensajes cantados a través de las notas de un acordeón por pueblos untados de olvido.
Todo comenzó en el año 1968 cuando ella al lado de Alfonso López Michelsen, Rafael Escalona Martínez y un grupo de amigos, puso en marcha al Festival de la Leyenda Vallenata, teniendo a ocho acordeoneros como protagonistas.
Precisamente, ‘La Cacica’, nombre con el cual la bautizó el periodista Hernando Giraldo, relató lo siguiente: “Cuando Alejo Durán se subió a la tarima, sin nombre, que hicimos erigir al profesor Augusto Castellanos, al lado del amplio rectángulo de la plaza Alfonso López, fue cuando tuvimos la noción exacta de que el Festival de la Leyenda Vallenata había comenzado, y comenzado bien. Dos noches después en la gran final, ‘Alicia adorada’, ‘Mi pedazo de acordeón’, ‘La cachucha bacana’ y ‘Elvirita’ fueron apenas la notificación musical de la apoteosis colectiva que desde entonces lo consagró para siempre en el efecto y la devoción de la gente”.
Ella continuó diciendo: “Desde ese momento, Alejo Durán Díaz y el Festival de la Leyenda Vallenata formaron una simbiosis perfecta, un dúo sentimental, una relación tan profunda y certera que no se puede analizar el uno sin el otro, ni referirse a la persona sin hacer mención obligada del certamen”.
‘VALLENATOLOGÍA’
Consuelo Araujonoguera tuvo a bien presentar en el año 1973 su primer libro ‘Vallenatología’, haciendo la siguiente sustentación. “Estas páginas no tienen pretensiones literarias ni intentan sentar cátedra sobre folclor ni crear dogmas acerca de la música vallenata. Me he decidido a hacerlas conocer por tres motivos, para mí suficientes”. Después todo lo resumió en tres puntos esenciales.
“Primero, porque uno defiende siempre lo que más ama. Y como, por sobre todas las cosas, yo amo mi música vallenata –con todo su acervo de leyendas, sentimientos y tradiciones que sintetizan mejor que nada nuestra idiosincrasia y razón de ser– creo, con lo poco que sobre ella sé, defenderla de la equivocación de muchos y la ignorancia de las mayorías, que no ven en la música vallenata nada distinto de algo que está de moda.
“Segundo, porque la importancia y auge que tiene el vallenato actualmente no permiten mantenerlo más tiempo sin por lo menos, intentar una investigación sobre los orígenes, fundamentos y razones que lo crearon y lo mantienen.
“Tercero, porque, después de permanecer largo tiempo investigando y reuniendo datos, pienso que no vale la pena dejarlos indefinidamente durmiendo en el cajón del olvido, sino hacerlos conocer, cuando menos para que sirvan a otras personas más idóneas y mejor documentadas que los refuten y contradigan hasta cuando se haga la luz total sobre la verdad completa de la música vallenata. Y valga esta última razón por todas las anteriores”.
EL ÚLTIMO ESCRITO
En la revista institucional del Festival de la Leyenda Vallenata del año 2000, Consuelo Araujonoguera plasmó su último escrito dedicado al homenajeado Gabriel García Márquez.
Al respecto dijo: “Por todo eso este Festival tanto como un reconocimiento al formidable escritor Gabriel García Márquez, es también un acto de amor, una expresión de lealtad al amigo y compinche de ilusiones y sueños que se anticipó a la realidad y predijo la apoteosis del vallenato desde las páginas de sus novelas; y es además una reafirmación de fe en todo lo que él simboliza como el más grande motivo de orgullo de los provincianos y de Colombia en general”.
Seguidamente ‘La Cacica’, resaltó: “Podríamos continuar por la línea de las añoranzas y parodiando a Fray Luis de León aceptar que también a nuestro parecer, “cualquier tiempo pasado fue mejor”. Toca, pues reconocer que en medio de las innumerables dificultades por las que atraviesa el país y su gente que el Festival de la Leyenda Vallenata se mantiene incólume en medio de la hecatombe y sigue siendo un auténtico torneo del ingenio y el talento; la gran convocatoria de la amistad y la convivencia donde las diferencias son solo de orden musical y se dirimen nota a nota, a golpes de caja y a presión de los dedos sobre los briosos fuelles de los acordeones”.
PLEGARIA DE DESPEDIDA
Los sueños de ‘La Cacica’ los mataron a la fuerza y en su libreta quedó escrita su plegaria de despedida, “Jesús, hijo de David, ten compasión de nosotros”. Después fluyeron canciones, poesías, escritos y enfocado en la tristeza general dando vueltas en el recuerdo, apareció la décima del profesor José Atuesta Mindiola.
“Consuelo madre querida de esta música inmortal, tú la hiciste universal y le entregaste la vida. Con una vela prendida buscaba tu corazón música de acordeón con esencia vallenata y el pueblo a ti te relata como Diosa del folclor…”.
‘La Cacica’ era meticulosa, ordenada y con una visión que traspasaba las fronteras del pensamiento, logrando que se concretaran los proyectos que emprendió. Así mismo, dejó plasmada su proclama final.
“El mejor homenaje que puedo recibir cuando muera es que no callen los acordeones y que el Festival de la Leyenda Vallenata siga siendo la mayor carta de presentación de mi amado Valledupar”. Así sigue siendo.
Por Juan Rincón Vanegas / @juanrinconv