A Lorenzo Miguel Morales Herrera, ‘Moralito’, cuando lo sacudía la inspiración tomaba su acordeón y cantaba. Luego al tener la canción regada en su memoria se dedicaba a escribirla para no olvidarla.
En cierta ocasión a una paisana de Guacoche, Cesar, le cantó su más reciente canto. Ella se emocionó con el detalle y le pidió al juglar le regalara la letra. Él buscó la hoja en su baúl y se la trajo.
Al leerla le dijo. “Moralito, yo sé que tu no has estudiado mucho, pero hay algunas palabras mal escritas”. Enseguida se las enumeró: “conoser, carive, hacabá, banidad, yegamos y vonita”.
Lorenzo miró para todos lados y entonces muy serio le regaló una lección de sabiduría natural, de esas que no tienen vuelta de hoja. “Vea señorita, el vallenato no tiene ortografía. Tiene es canto y melodía”. Ella, para no pasar la pena, ante la contundente respuesta, le pidió que se la volviera a cantar.
Años después al recordar esa anécdota dijo que estudió poco y no fue un dechado con el castellano, porque antes poco se estudiaba, porque se aprendía era a trabajar para forjarse un futuro en la vida.
Enseguida hizo una exposición sobre cómo aprendió a leer y medio a escribir. “La verdad es que en mi tierra estudié poco y mi profesor fue Enrique Bracho, pero al poco tiempo se casó y me dejó iniciado. Se fue lejos y de ahí en adelante medio miraba al diccionario que nunca se ha equivocado con el significado de las palabras”, dijo ‘Moralito’.
Sus estudios terminaron al poco tiempo de iniciados, porque se metió en el mundo del acordeón que le enseñó a tocar su hermano Agustín Gutiérrez Morales. “Con él aprendí las primeras notas y como tenía la vocación para el acordeón me fuí solito y no me paró nadie”. Entonces entra en el mundo del jugoso fruto que le sacó a ese instrumento que cayó en las manos precisas.
El rey de las mujeres
“Pasaba horas y horas tocando mi acordeón hasta que pude sacarle buenas notas con las canciones de esa época, dándome a conocer”. Frenó en seco y a los pocos segundos continuó: “Eso me ayudó para la conquista de encantadoras mujeres a las que les regalé canciones, saliendo favorecida inicialmente mi primera novia. Se llamaba Paulina Calvo y con ella tuve mi primer hijo de nombre Miguel Morales Calvo”.
Desde ese instante las canciones de ‘Moralito’ con nombre de mujer se convirtieron en su carta de presentación, hasta convertirse en piropos cantados donde los sentimientos no daban tantas vueltas, sino que caían en la nota precisa.
Se puso a sacar la cuenta y no alcanzó a enumerarlas, pero sí a conceptuar. “Con ellas salí bien librado. Una mujer llama mucho la atención. Las idolatré, fuí un vencedor y donde ponía el ojo casi nunca fallaba”, decía. No contento con esa declaración, añadió: “Las mujeres son la vitamina de la vida y el adorno del corazón”. Por su mente hicieron el recorrido esos tiempos idos donde con su acordeón sentó cátedra de amor.
En otra faceta, su compañera Ana Romero, lo ajuició, según sus palabras, Lorenzo Morales en ese tiempo se ganó el título del ‘Rey de las mujeres’. “Lo que no tenía en estatura, lo tenía para conquistar”, señaló Ana. Además, contó que él tuvo muchas mujeres que hasta lo peleaban y solamente en Guacoche tuvo cuatro de asiento, lo que ahora llaman oficiales.
En aquel tiempo le propuso que viviera solamente con ella y le daba los hijos que quisiera. “Eso me dio resultado porque cayó en mis redes y tuvimos 17 hijos”. La ventana del amor para Lorenzo y Ana se abrió de par en par dejando que la brisa aumentara las ansias de amar en medio de los cantos donde solamente se valía soñar.
Consagrado al folclor
El juglar vivió una vida consagrada al folclor y en los últimos años varias enfermedades lo llevaron a una silla de ruedas, desde donde impartía instrucciones. Desde ahí se la pasaba cantando, tocando su acordeón, contando su vida y las historias de sus canciones, siendo la principal ‘El errante’, donde pensando en una mujer expresó que viviría de esa manera porque le había causado demencia y hasta el corazón le titilaba sabiendo que la criminal era la ausencia.
A pesar de ser un juglar completo, tocaba, cantaba y componía, la canción no siendo suya, que lo catapultó fue ‘La gota fría’, que narra la piqueria que nunca tuvo con su compadre Emiliano Zuleta Baquero.
Sobre este tema, al que se refirió en muchas ocasiones, anotó: “Al que le van a dar le guardan, y mi compadre Emiliano con su canción se quiso salir con la suya, pero al final gané, aunque con el bolsillo pelao. Nunca peleamos, fuimos excelentes amigos y compañeros de parranda”.
Al final sobre este tema indicó: “Esas son jocosidades de las canciones y en este caso fuí solamente el protagonista porque mi compadre Emiliano no es que fuera tacaño, sino olvidadizo”.
El juglar Lorenzo Morales dejó de tocar su acordeón por una promesa que le hizo precisamente a su compadre Emiliano Antonio Zuleta Baquero. La promesa consistía en que, si alguno de los dos moría, el otro silenciaba su acordeón y así se cumplió. Con el más grande dolor ‘Moralito’ dejó de tocar lo que más amaba, su acordeón, el domingo 30 de octubre de 2005.
‘Moralito’ dejó de tocar su acordeón, pero nunca se le olvidó regalarles piropos a las mujeres, así tuviera 97 años, que no era inconveniente para halagarlas y ponerlas en el más alto pedestal.
Precisamente, estando en Bogotá con motivo del lanzamiento del 44° Festival de la Leyenda Vallenata del año 2011, donde fue homenajeado al lado del maestro Leandro Díaz, una joven periodista lo entrevistó y al verla tan bonita, exclamó. “Esa es mucha vitamina, lástima que no pueda tomármela”.
Lorenzo Morales, quien murió el 26 de agosto de 2011, era un adornador del encanto de las mujeres y nunca dejó de ser un errante enamorado, así ella tuviera el rostro indiferente ante el ancho relámpago de la vida.
Por Juan Rincón Vanegas
@juanrinconv