IN SITU
Por: Jaime García Chadid
Hace ratos me inquieta establecer límites por lo menos aproximados entre dos conceptos que percibo diferentes: lo vallenato y el vallenato.
Voy a tratar de explicarme haciendo una advertencia previa y es que cuando me referiré a lo vallenato lo haré con ciertas orientaciones de tiempo y espacio, salvedades estas que pueden restringir pero también llevar más allá y por ello no me puedo limitar únicamente a lo musical, pero admitiendo que es referente principal.
Mi punto de partida fue la pregunta que me hice y de la cual derivaron varias inquietudes. Esta fue: ¿Por qué si el Festival Vallenato privilegia al acordeonero el éxito comercial es de los cantantes? Y esta otra derivada de esas canteras ¿por qué, en general, los reyes vallenatos no tienen mayor éxito comercial?.
Y traté de darme respuestas identificando figuras, situaciones o valores que representen lo uno y lo otro y me dije acogiendo un ícono que me sirviera para contrastar, al mayor de ellos, Rafael Escalona y entonces me di cuenta que el maestro, por ejemplo, nunca usó el sombrero “vueltiao” tal vez por que lo percibía ajeno a “Lo” vallenato, pero este sombrero es indiscutiblemente un símbolo de “el” vallenato. De aquí resultará entonces una teoría y es que “el” vallenato es algo que partiendo de un punto de “lo” vallenato se reforzó con valores exteriores para moldear “el” vallenato y que fue entre otros factores lo que le ayudó a alcanzar las alturas en que hoy anda. Lo vallenato es entonces el sabor local y el vallenato la proyección, modificada, muchas veces distorsionada, y adaptada de esos valores.
Otra cosa: el turismo que arriba a Valledupar en la época del Festival llega movido en gran parte por el espectáculo central que se brinda y que incluye entre otras algo de “lo” vallenato y mucho de “el” vallenato. Es la gente que dos años después recuerda que escuchó cantar a Juan Luis Guerra y a Dandy Yankee pero no sabe cual fue el Rey Vallenato de ese año. Ejemplo de lo primero lo es mi comadre Cármen Fadul y excepción a lo segundo Gabriela Febres Cordero.
Aun más me atrevo a precisar que los verdaderos conocedores y amantes de “lo” vallenato son minoría. Esos saben que por Valledupar, la ciudad, pasa el Rio Guatapurí y no el Cesar.
Y en lo espacial si que se nota la diferencia, pues el mapa de “lo” vallenato es más o menos preciso incluye por supuesto a Valledupar, Villanueva, San Juan del Cesar y demás poblaciones, pero el de “el” vallenato desborda las fronteras nacionales y toca a Monterrey en México y Miami (USA) y a cualquier bus de pasajeros en Bogotá o Bucaramanga.
Cuando toco este tema planteo una discusión, un examen pero el punto de partida es ese y pongo de ejemplo de “lo” vallenato a Andrés Becerra y de “el” vallenato a doña Marina Quintero, con su programa de música vallenata en Medellín.
Hay una figura en la que convergen singularmente los dos conceptos pues Consuelo Araujo es imagen cimera de “lo” pero fundadora de “el”. Es núcleo y proyección, pero hay personas que solo son lo primero y otras lo segundo y sí que hay diferencias.
Y para cerrar y trazar líneas claras en lo que quiero significar digo Sony Music es “el” vallenato que no “lo” vallenato. En lo personal me siento ligado en mucho a “lo” vallenato y por eso mis gustos en lo musical son relativamente estrechos y ortodoxos.
Y para cerrar con otro ejemplo. Una parranda vallenata de “lo” es en el patio de la casa o finca, con caja, guacharaca y acordeón y la otra parranda la de “el” es de las del tipo que brindan las empresas que lucran con del Festival, como Old Parr y yo entonces me quedo con el viejo Thomas, pero en mi patio…
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