Cuando uno revisa la historia de la Universidad Popular del Cesar (UPC) podría fácilmente ubicarla en tres grandes momentos; el primero, cuando sus fundadores, un grupo de grandes hombres que visionaron un alma mater para el joven departamento del Cesar que en ese momento (década de los setenta) adolecía de centros de educación superior y los estudiantes que aspiraban a cursar carreras universitarias debían emigrar hacia Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga o, en su defecto, Bogotá, por supuesto era un lujo que no podían darse todas las familias y ese fue uno de los principales fines de la UPC.
El segundo momento fue un oscuro periodo cuando cayó en manos de la delincuencia armada que la capturó y la arrasó en todo sentido, casi durante década y media, un periodo que aunque queramos olvidar seguirá ahí como un oscuro lunar de esa grandiosa institución; valga recordar, que el susodicho grupo en complicidad con unos políticos nefastos la mantuvieron en el ostracismo durante muchos años, la institución perdió las acreditaciones de la mayoría de los programas y su nivel académico cayó a niveles solo comparados con la universidad del Chocó, Amazonas y de La Guajira, que siempre han estado en un ranking bastante bajo, recordemos que tuvimos rectores que fueron elegidos incluso por días y algunos por escasos meses lo que generaba una caótica gestión en todos sus procesos.
Y el tercer momento es el actual, podríamos calificar esta etapa de la universidad como glorioso, la transformación que ha tenido es evidente e innegable, como ya lo mencioné, la eterna y desgastante itinerancia de rectores ha terminado con el nombramiento del Dr. Robert Romero Ramírez quien es uno de los artífices y gestor de este gran momento lo cual es meritorio mencionar; sin embargo, los desafíos aún siguen siendo muchos pero que van mucho más allá de lo que su rector y directivas pueden hacer y tiene que ver con la cultura universitaria, con la calidad de egresados que salen de ella y, por supuesto, de los actuales estudiantes que son los responsables de construir algo que se llama prestigio y prestancia y muy a pesar que la UPC tiene muchos casos de éxito por sus egresados, aún falta mucho.
Tanto estudiantes como docentes de esa alma mater deben empezar a construir con acciones ese prestigio del que hablo, y por supuesto se requiere además de los resultados académicos, que son esenciales, destacarse en los campos de investigación y publicaciones que son uno de los mecanismos para reconocer a las universidades; sin embargo, hay algo que es supremamente urgente y es que la comunidad universitaria empiece a comportarse como lo que esperamos como sociedad (que todos sabemos no lo ofrece ninguna universidad) pero si da las bases, me refiero por ejemplo a lo que se está formando alrededor de la sede Sabanas, transitar por esa zona es todo un desafío a la propia vida, entre la estación de mototaxistas en la entrada, la salida de los estudiantes en contravía y subidos en los andenes y en la zona peatonal forman un deplorable paisaje, a esto súmele el mercado persa que ya se instaló en sus alrededores con la proliferación de ventas ambulantes y demás comercio informal que ya se tomó no solo el espacio público sino la zona de la institución en sí.
Por supuesto, no solo son los estudiantes y usuarios de la universidad, son los responsables del caos vehicular que ahí se está formando, un ejemplo es la zona de la cebra peatonal que nadie respeta, y sumado al paradero del SIVA que se construyó el sentido occidente oriente con unos reductores de velocidad que los conductores lo que están haciendo es invadiendo el paradero para no pasar por los reductores, urge un puesto de control vial en esa zona para sancionar drásticamente a esos infractores antes que ocurra una desgracia.
Además de lo anterior están las tomas violentas por parte de encapuchados que paralizan no solo las actividades académicas sino que alteran la tranquilidad y la seguridad de los vecinos a la universidad y todo lo que ello conlleva, créanme, respetuosamente lo digo, nunca una universidad se ganará el prestigio si sus estudiantes (una minoría por supuesto) siguen comportándose como delincuentes y como antisociales; de mi parte tengo toda la expectativa que la UPC siga su senda de transformación en cabeza de su rector y su excelente equipo de trabajo.
¡Larga vida a la UPC!
Eloy Gutiérrez Anaya