Conocida la sentencia en primera instancia del señor gobernador Luis Alberto Monsalvo en la que se condena a 5 años de prisión, sin entrar aun en consideraciones sobre un escenario eleccionario, nos hemos visto de cara al pronto ejercicio interino del primer cargo del departamento de El Cesar.
No es un hecho inédito pero parece porque habían transcurrido casi dos décadas sin que se hubiese alterado el tranquilo ejercicio de los últimos gobernadores.
La situación genera, como es natural, incertidumbre por que se entra a una fase de posible inestabilidad.
En un escenario més previsible y normal, mientras se conoce la sentencia en segunda instancia y se convocan a nuevas elecciones, habrá un gobernador encargado que tendrá que ejercer con base en un plan que no ha formulado y prioridades distintas a las del titular. De él se espera la sintonía, de la que carecía Monsalvo, con el Gobierno nacional y en ese sentido se debe beneficiar el departamento porque las políticas nacionales tienen como prioridad enfrentar la pandemia y reactivar la economía.
En el aspecto sanitario, veíamos pendiente al depuesto gobernador, favorecido por que no le había mostrado el virus su pico y la demanda por camas UCI no estaba disparada. Se le endilga que no fortaleció la red pública de salud, tampoco su sucesor, y las UCI están ofrecidas o controladas por los privados. No había hecho todos los esfuerzos para aumentar las pruebas PCR de la covid-19 a cargo de aquella red, con base en el Laboratorio de Salud Pública, y no fue acertado en el manejo del hospital Rosario Pumarejo de López.
En lo relativo a la reactivación económica no vimos su liderazgo ni desempeño convocando a las fuerzas productivas. Los secretarios, en su mayoría calificados, venían haciendo esfuerzos aislados en sus áreas de competencia.
Monsalvo tenía el entendimiento de que el buen gobierno consistía en hacer y hacer obras, lo cual podía cumplir, con todo y sus lunares como las obras inconclusas, por la dotación de millonarias regalías. Pero no enfrentaba los desafíos del gobernante de hoy de tener una buena comunicación y de informar ampliamente y con transparencia de sus procesos de contratación. Se tejió en importantes franjas ciudadanas la idea de que en su administración y en las de su grupo político la moral pública estaba en un segundo lugar, la contratación era amañada, y la situación que le estalló de la acusación de los posibles sobre costos de mercados contratados en buena medida con proveedores no idóneos, reforzaron esa percepción. Esos cuestionamientos no impiden que por las obras que hacía en amplios sectores populares y en centros poblados rurales, en los que sus gobiernos tenían cosas que mostrar y vías que transitar, gozara de reconocimiento y favorabilidad. Ha quedado en el pueblo la idea de que Luis Alberto Monsalvo es un buen muchacho rodeado de malos.
Por eso el encargado deberá enfocarse en el creciente galope de la pandemia y de las debilidades de la salud pública, desinfectar todo viso de corrupción y liderar el concurso de todos en la reactivación económica y la generación de empleos.