Preocupa, y de qué manera, la suerte que podría correr el departamento del Cesar tras la decisión que está por definir el Consejo de Estado frente a la elección del actual gobernador Francisco Ovalle Angarita.
Es una amenaza, así hay que verla si de verdad nos duele el Cesar. ¿Pero qué es lo que está amenazado? Está amenazada la institucionalidad y la gobernabilidad, además de un año de trabajo, planificación y alistamiento del despegue de una gestión de gobierno, frente a un departamento con serios problemas estructurales. Sin duda, sería un desgaste para el Cesar en todos los sentidos.
Si bien es cierto que la Constitución Política de 1991 transformó los esquemas de gobierno de los territorios colombianos y otorgó las herramientas jurídicas para que los mandatarios regionales ejercieran sus funciones con plena autonomía, también es una verdad meridiana que ese marco legal requiere de unos ingredientes adicionales para que la gestión administrativa de éstos sea eficiente y eficaz en procura del beneficio colectivo.
Debe prevalecer la institucionalidad y que el mandatario, poseído de una buena dosis de sindéresis, logre altos niveles de gobernabilidad, pero con la venia de los distintos estamentos de la sociedad, más no abusando del poder dominante.
En este contexto, se puede afirmar que el actual gobernador del Cesar en estos momentos cumple con los aspectos en mención y eso de por sí brinda garantías para el enrutamiento del desarrollo y avance del territorio cesarense.
En la actualidad, Ovalle Angarita mantiene unos buenos índices de algo tan fundamental para cualquier líder, tal es la credibilidad. El día que un político pierda su credibilidad lo habrá perdido todo, ese no es el caso del mandatario cesarense y eso habla muy bien de su seriedad y de sus actos de gobierno, lo cual, independiente del proceso que está por definir el Consejo de Estado, hace pensar que el departamento se encuentra en buenas manos.
Ser escuchado con atención en la Casa de Nariño, tener línea directa con el Vicepresidente de la República, puertas abiertas en los distintos ministerios, contar con el respaldo de todos los congresistas del departamento y de muchos de otras partes del país, disponer del acompañamiento de la mayoría de los diputados, mantener armonía y buena articulación con los alcaldes y demás entes territoriales, son, entre otros aspectos, el patrimonio político con el que cuenta Franco Ovalle para sacar adelante la administración departamental. Eso tiene nombre propio, se llama gobernabilidad.
En el Cesar, desde que inició la era de la elección popular de gobernadores, el mandatario electo siempre llegaba a ese cargo como producto de una guerra política encarnecida, en medio de muchas rencillas entre ciertos sectores de poder, con Franco Ovalle hubo contradictores electorales, rivales como es obvio, pero no enemigos radicales que traspasaban las fronteras llegando al odio personal. Algo que era nocivo para nuestro Departamento.
Ahora el Cesar tiene un gobernador con una carrera política limpia, que actúa con ponderación, respeto y prudencia, que conoce muy bien al departamento, está preparado para enfrentar sus múltiples dificultades y con el atenuante de que es un dirigente que engrana en la mayoría de los sectores políticos locales y regionales, excepto el bloque que respaldó la campaña de su inmediato contendor en las pasadas elecciones, pero eso es otra cosa y es apenas natural.
Año nuevo, vida nueva, pero la institucionalidad debe permanecer intacta. Mientras no se decida otra cosa el gobernador es Francisco Ovalle Angarita y es necesario rodearlo y acompañarlo por el bien del departamento del Cesar.