Me causa algo de risa cuando la gente que ha vivido y sentido el mal de los males, comenta en tono de prevención, miedo y nervios de que con esta enseñanza del destino para con la humanidad, el mundo no será igual y que todo debe cambiar.
A veces me pregunto con lo voluble que somos los seres humanos, ¿serán posibles estas afirmaciones? ¿Será posible que volteemos todas las cosas que nos hemos labrado con el desarrollo de la historia humana? Las costumbres, los sueños e ilusiones nacen del manejo cotidiano de las cosas y estas se transformaron por la alianza ligada a la moral, en normas, tanto por la influencia del cuerpo como del alma y son de uso permanente; en la historia universal las características de las comunidades se transmitieron de generación en generación y hoy hacen parte de las propiedades culturales y sentimentales de cada comunidad en particular y de muchas en general.
Hay cosas que jamás podrán cambiar. Cómo hace uno para no estrechar y abrazar a un ser querido cuando se tiene tiempo de no verlo; cómo hace uno para no estampar un beso a una madre, a una mujer querida ya sea por afecto o de amor por amor; estrechar la mano de un amigo en son de agradecimiento profundo por el regalo y disposición de la amistad; esto es imposible no hacerlo, ya que la vida se ha forjado a través de pequeños detalles como el amor, la familia y sus afectos, la amistad, y muchos otras características imposibles de dejar a un lado por el no previsto suceso, que hoy nos mata. Recuerden que esto no es la primera vez que sucede.
Al contrario, se tiene que luchar por la permanencia de la vida sobre la tierra, y por defensa propia nuestras generaciones futuras deberán propender para que se avance mucho más en el campo científico y profesional para que la humanidad perdure por siempre, y estas tragedias, si se suceden, sean mitigadas prontamente, siendo este el fin de Dios, el cual nos provee dándonos las herramientas para lograr los cometidos. Dios por naturaleza es bueno y nunca ha pensado en la destrucción del mundo, solo busca que el hombre por intuición y necesidad salga en su propia defensa, con el único fin de mejorarlo cada día; por eso la naturaleza misma impone sus castigos en represalia por su mal uso.
Sí es bueno y honroso aprovechar de este suceso para mejorar las instituciones, luchar contra la corrupción total impuesta por el abuso del poder y castigar cómo es debido a los autores del mal que son los que dirigen con sus ideas absurdas y desequilibradas a una pequeña cantidad de países sobre esta tierra. Lo único que debe cambiar es la dirigencia política descarada y apátrida sometida al mal uso del poder y el dinero.
No se pueden dejar atrás las costumbres sanas, pero sí hay que luchar por un mundo mejor, sin derechas ni izquierdas dementes que permitan acabar con todo y que nos invitan cada día, tanto a unos como a otros, a que bailemos en los salones de sus fiestas.
¡Los que fomentan el odio destruyen y han de corroer siempre todo lo que puedan!