Entre Otras Cosas…
Las noticias sobre el estado de salud del vicepresidente de Colombia Angelino Garzón, y la gravedad de los boletines médicos, ocasionaron verdadero revuelo a nivel nacional, similar al que en su momento causara la noticia de los coágulos de sangre en el cerebro y la urgente intervención quirúrgica del Alcalde de Bogotá, Gustavo Petro.
En ambos casos, salta a la vista que se trata de personajes de la vida pública y que su situación de salud, quiérase o no, es un asunto de Estado. No obstante, cabe cuestionarse acerca del límite que existe- sí es que existe- entre lo público y lo privado. Pues si bien es cierto, la nación tiene el derecho de estar informada sobre las enfermedades que padezcan sus mandatarios, también es cierto que se trata de seres humanos de carne y hueso, con derecho a la intimidad que por ley le asiste a todo individuo y más, en su lecho de enfermo, y que le confiere el derecho a reservarse sus padecimientos, en el entendido de respetar esa esfera donde solo tiene cabida la familia.
El deseo de conocer la vida íntima de los artistas, por citar un ejemplo, ha generado en una especie de pseudo-periodismo o periodismo “light”, dirigido a un público ávido de saciar el morbo de saber: Sí es cierto que Shakira esta embarazada, o la verdadera fecha de nacimiento de Amparo Grisales. Empero, es menester aclarar que tanto la famosa cantante barranquillera como la Diva colombiana, son verdaderos íconos, y la división de lo público y lo privado, en su caso es prácticamente inexistente, a diferencia de lo ocurrido con Garzón y Petro.
La enfermedad es un caso patético que confronta el derecho a la información con el derecho a la intimidad, sin olvidar que los médicos tratantes por ley, están obligados a no revelar sin previa autorización, el estado de salud de sus pacientes-es el llamado secreto profesional-. Ahora bien, considero que los quebrantos de salud de los mandatarios, son de su fuero íntimo, y sobre este aspecto debe mantenerse una relativa reserva, en respeto a su dignidad como personas,algo así como, informar sin entrar en detalles, en atención a que son personajes de la vida pública.
Pero no así en el caso de las personas comunes y corrientes, donde lo particular supera con creces la esfera de lo público. Sin embargo, la tendencia actual, a mi juicio equivocada en grado sumo, inclina la balanza en favor del derecho a la información en detrimento del derecho a la dignidad e intimidad, incurriendo en un claro exceso, o como dice Vargas Llosa, un “liberticidio”. Para demostrar mi aserto, sea suficiente citar el artículo 189 del vigente Código Penal: Violación de habitación ajena, en virtud del cual se penaliza la conducta de quien se introduzca, engañosa o clandestinamente en habitación ajena y escuche, observe, grabe fotografíe, o filme aspectos de la vida domiciliaria de sus ocupantes incurrirá en multa. Si… leyó bien, la persona debe ser multada, y ni siquiera se establece su monto, ni se tasa en correlaciónal salario mínimo legal vigente, como ocurre con las infracciones de tránsito. Es un diáfano ejemplo que muestra la tendencia morbosa de los tiempos modernos, que permite invadir la esfera íntima de las personas, so pretexto de obtener información.
LA FRASE DE CIERRE: “Pues con la desaparición del dominio de lo privado muchas de las mejores creaciones yfunciones del ser humano se deterioran y envilecen empezando por todo aquello que está subordinado al cuidado de ciertas formas, como el erotismo, el amor, la amistad, el pudor, las maneras, la creación artística, lo sagrado y lo moral”. Mario Vargas Llosa: La civilización del espectáculo.-
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