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Lo público y lo privado, ¿lo malo y lo bueno?

‘Emdupar no es de Mello, Emdupar es del pueblo, Emdupar no se privatiza’. Desde hace unos días hemos venido escuchando estas arengas a través de perifoneo en diferentes sectores de Valledupar, generadas por líderes comunitarios, sindicalistas y ciudadanos que ven con preocupación el hecho de que a la Empresa de servicios públicos acueducto y alcantarillado de Valledupar la ofrezcan al mejor postor.

En este caso y es lo que preocupa, el alcalde Mello Castro ya tiene listo ‘el socio estratégico’ y defiende esta postura diciendo a voz en cuello, incluido el gerente de la empresa, que esto no es una privatización.

Igual da atrás que en la espalda, y póngale el nombre que  quiera, incluido el ‘Outsourcing’ que para el caso es realizar tareas, manejar operaciones o prestar servicios para la empresa pero que beneficien al tercero, es decir al socio estratégico, y terminen fregando como siempre al usuario.

Ya se ha hablado y suficiente de la privatización de Emdupar, lo que me preocupa y quiero determinar en esta nota es que en este momento el análisis y la pregunta es: ¿Qué pasa con lo público? Es acaso tan malo que las únicas opciones posibles en el caso de empresas del Estado, para poder llevarlas por caminos de solvencia económica, ¿es privatizarlas? 

Hace algunos años  escribía por este diario: “Falsamente podemos determinar que todo lo público es malo, que no tiene doliente y que podemos despilfarrar los recursos de erario sin que haya nada ni nadie que vele por un adecuado proceso y ético manejo del mismo; falsamente también podemos determinar que lo privado es absolutamente bueno. 

Estamos viviendo en un mundo de gran convulsión política, económica, social, cultural y moral que pone en entredicho estas afirmaciones, se detectan grandes y dolorosas paradojas que ponen de presente el divorcio entre el desarrollo material y la formación moral y ética de los ciudadanos para la convivencia y la democracia, dándole mayor  relevancia a lo primero en detrimento de lo segundo, lo cual nos limita en la confianza de la sociedad civil en los procesos de gobernabilidad”. 

El tema es de amoralidad, falta de escrúpulos y de  una corrupción acérrima que dificulta todo buen trabajo en empresas como Emdupar.

Se desconfía de lo público; es malo Mello, quizás hubiese sido mejor Ernesto, ¿o dónde estará Jaime? Si es viejo porque ya está obsoleto y si es joven porque no tiene capacidad; si es azul no gusta o si es rojo menos… Derecha o izquierda, que entre el diablo y escoja.

El caso es que desde este análisis debemos rescatar que lo público no siempre es perverso, porque eso es dudar de los funcionarios buenos, que los hay, pero que no tienen la oportunidad de demostrar que sin politiquería se puede hacer un trabajo adecuado.

El alcalde en pleno proselitismo juró no privatizar a Emdupar, juró poner en orden Valledupar, me imagino que en el tema de seguridad; juró botar al río Guatapurí las llaves de las camabajas para dejar en paz a los moto taxistas, en fin, promesas, promesas. Seguimos esperando que lo público funcione como debe ser.  Sólo Eso. 

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Eduardo Santos Ortega Vergara: