Las tardes dominicales son tediosas, largas y aburridas porque presagian la llegada del lunes que es, para muchos, el día más difícil de la semana. Algunos eligen el antídoto de los libros y el cine, otros el plan piscina, el tumulto de los centros comerciales o las redes sociales que, según Jacobo Solano, se convierten en todo un ring de boxeo los domingos por la tarde, como si no existiera nada mejor que empezar la semana cargados de odios y resentimientos. Se ve de todo, desde la justificación de las masacres si tienen un carácter social hasta el desprecio por la historia por parte de aquellos que aplauden el despropósito de la nueva Plaza Alfonso López, sólo por quedar bien con el alcalde, como si una tradición se creara en 24 horas. Es un desacierto no solo por el alto costo de la inversión sino también porque, ahora que empezaron a circular las fotos de la plaza casi terminada, lista para su reinauguración, se nota que el nuevo diseño no guarda ninguna relación con el espíritu colonial del centro histórico. No se puede desconocer que el lugar necesitaba una intervención, sí pero una que tuviera en cuenta los parámetros arquitectónicos e históricos del sector porque la plaza mayor de un pueblo, el epicentro fundacional, es imposible de comprender si se aísla de los edificios que la rodean. En pocas palabras y desde mi punto de vista personal: la remodelación no fue acertada: su piso blanco de mármol, elemento jamás utilizado en una ciudad como Valledupar que fue asolada por los indios tupes y chimilas, quienes incluso llegaron a quemarla por completo, le da un toque de contemporaneidad que rechina con las paredes también blancas del templo de la Concepción o de la casa Molina Araújo que datan de la segunda mitad del siglo XVIII. Por otra parte, la tarima es un rectángulo de celdas que no tiene nada que ver con aquello que el alcalde tanto anunció, que la idea era demoler la anterior porque no compaginaba con el casco histórico. Esta nueva tarima es un monumento posmoderno que puede significar cualquier cosa. Ya lo hecho, hecho está. Ahora se necesitan tomar decisiones serias respecto al centro histórico como fortalecer la seguridad de visitantes y residentes, implementar el PMEP, preservar las casas coloniales que amenazan ruina, recuperar los centros de manzana, proteger la margen derecha del Guatapurí que colinda con el sector antiguo y con el cual podría crearse un programa a turístico que combine ecología e historia y, sobre todo, concientizarnos de la importancia de nuestro patrimonio histórico y cultural hasta crear un movimiento cívico que vigile las decisiones de los gobernantes. Todo un reto.