Desde la aparición de las primeras comunidades primitivas, la familia siempre ha sido y es el principal pilar de la sociedad. Así lo previó el Artículo 42 de nuestra Carta política, señalando que la familia es el núcleo esencial de la sociedad, pero además es el lugar donde nacen sus miembros, crecen, aprenden, se educan y en general se desarrollan. Es la familia entonces, ese digno y hermoso refugio que nos llena de orgullo a todos, sin importar estratos, raza, credo o condición económica.
Por su importancia en todas las legislaciones del mundo encontramos leyes que protegen esta sagrada institución jurídica, sobre la base de un concepto tradicional y cultural inequívoco con fundamento bíblico, es decir, soportada exclusivamente en el amor de un hombre y una mujer, así lo dice la biblia: “Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”, (Génesis 2-24) (Efesio 5-31).
De esta manera, dicha institución es concebida mucho más que una unidad legal o social; es la familia un estamento que sirve para para trasmitir virtudes, valores, pero sobre todo, principios esenciales de conductas mínimas morales y éticas que aconductan el comportamiento de sus miembros y descendencias. Hasta ahí, creo que una buena mayoría podemos entender el concepto de familia con el que hemos crecido, pero hoy como lo dijera el Procurador, en Colombia muchos conceptos han cambiado, “hoy la vida no es inviolable”, como lo consagra la Constitución de 1991 al igual que “hoy el matrimonio no es matrimonio y la familia no es familia”. Aunque debo confesar que no soy de voto de Alejandro Ordoñez, en esta apreciación coincido totalmente con su postura.
Personalmente me cuesta aceptar el matrimonio igualitario y la adopción de menores por parejas del mismo sexo, muy a pesar de que vivimos en una sociedad de avanzada, pero hay cosas que por mucha tolerancia que tenga no comulgo con ellas a sabiendas que se trata de la conquista de un derecho y como derecho tenemos que aceptarlo gústenos o no nos guste, pues su poder coercitivo termina imponiéndose. Ahora lo único que hace falta para entender el nuevo concepto de familia, es que a alguien se le ocurra instaurar una tutela para que finalmente la Corte Constitucional ordene y conmine a las casas editoriales para que reformen las cartillas de lectoescritura que hoy existen en el mercado: Nacho Lee, Coquito, Nico y Carolina, entre otras, para que incorporen en su plan lector frases para aprender a leer y escribir, tales como: mamá ama a mamá o papá ama a papá, o también papá mima a papá y las ilustren con foto retratos de dos hombres abrazados o en su defecto dos mujeres abrazadas y de esta manera trinen en sus cuentas de twitter la senadora y la Ministra defensoras ultranza de la causa, que otra vez ganó el amor.
Finalmente pienso que a pesar de saber que se trata de la conquista de derechos, me resisto a defender la tesis de que los vínculos motivados por el sexo y el afecto entre una pareja del mismo sexo, se equiparen desde la esencia natural y divina a la figura matrimonial instituida sagradamente entre un hombre y una mujer, mucho menos defender este nuevo concepto y modelo de familia. Con esta inocua opinión no quiero decir que se debe negar el derecho a cada persona a vivir su propia vida de acuerdo con lo que le dicta su conciencia y su manera de ser en el ámbito de su privacidad; como lo dije antes los derechos son derechos y contrario al amor, este se impone, manda y obliga.