Un hecho significativo de los muchos que observé, a partir de los resultados electorales del domingo pasado, fue la ausencia del gremio de los contadores públicos, o lo que hemos llamado “la comunidad contable”.
Hubo una candidatura que se centró específicamente en mis colegas, en abrir un espacio para ellos, en la búsqueda de mejoras para el gremio -que no es pequeño-, y la realidad es que los contadores públicos no salieron a votar por la profesión habiendo una población de más de 200 mil.
Nos vivimos quejando de la DIAN, la UGPP, las Superintendencias, las sanciones de todo calibre, la cantidad de reportes, de los órganos de la profesión: Junta Central de Contadores y Consejo Técnico de la Contaduría Pública, y hasta del caso particular de la Contaduría General de la Nación que ha sido cooptada por los politiqueros, y hasta nos quejamos de que somos vistos como “sospechosos” por el Estado.
Pero esta era la oportunidad para cambiar todo ese panorama desde el Congreso de la República, y sin embargo mis colegas no respondieron a la convocatoria que les hice de forma respetuosa, para que apoyaran un proyecto basado en el cambio que el gremio necesita desde hace tiempos.
No salieron a apoyar una candidatura que lideraba con un camino limpio y expedito para lograr los cambios que está necesitando la profesión contable bastante vapuleada. En un país donde su sociedad y sus gremios lanzan quejas y acusaciones todo el año, surge un candidato con la intención honesta de liderar cambios para mejorar, pero estos no responden al llamado, entonces uno se pregunta ¿Por qué no respondieron los contadores públicos?
Las quejas e inconformidades solo se cambian por logros positivos en la vida de las personas cuando se quiere ese cambio, de lo contrario no debería haber quejas. Muchas candidaturas propusieron cambios en diversos sectores del país y dirigidas a poblaciones concretas. Mi candidatura estaba precisamente dirigida a representar a ese gremio de profesionales al que pertenezco y al que no se le ha dado el trato respetuoso que merecemos, pero mi llamado cayó en oídos sordos y no fue posible tener el apoyo de mis colegas.
Hay muchas formas de hacer transformaciones. Pero no todas se hacen honestamente ni de cara a la sociedad. Esa era mi intención con la candidatura que lancé a los colombianos y específicamente a los contadores públicos. Liderar un cambio desde la honestidad, que nos condujera a un trato digno y respetuoso y a unas mejoras legales en nuestra profesión.
Mis colegas hicieron caso omiso a mi llamado porque tal vez tenían otros intereses más importantes. De cierta forma es un egoísmo hacia los futuros contadores públicos que van a necesitar de nuestro apoyo en ese largo camino de tener que ser vistos como una profesión “menor” dentro del ámbito de las profesiones en Colombia.
Hemos perdido una oportunidad. Digo hemos, porque no he sido yo solamente quien se quedó sin la oportunidad de luchar por un cambio en nuestra profesión, hemos sido todos. Todos hemos perdido esa oportunidad, la desunión le ganó al cambio.
Sin embargo, desde ya quiero ser claro en algo: mis aspiraciones en la mejora de nuestra profesión para el bienestar de los futuros contadores públicos no han decaído un milímetro, porque esa lucha la seguiré. Este ha sido un primer paso, el inicio de una carrera que le apuesta al cambio en positivo desde la honestidad y la razón. Si mis colegas no respondieron al llamado, yo seguiré respondiendo a esa necesidad urgente de liderar para cambiar.
Seguiré levantando la voz para despertar conciencia en los de mi gremio y en el resto de los colombianos que confiaron en mi candidatura; a quienes desde aquí quiero agradecer el acompañamiento y la confianza que me depositaron. Hay una Colombia que quiere cambios y ahí estaré para liderar, porque adquirí un compromiso y no los voy a defraudar.
Y como dijo el filósofo de La Junta: Se las dejo ahí…