Hoy la cantidad de noticias publicadas sobre malas prácticas médicas (mal praxis) y los diferentes juicios seguidos en contra de los médicos, ha puesto de presente que en nuestra sociedad no es nada fácil el ejercicio profesional de la medicina y que ser médico es una tarea que cada día se vuelve más difícil; olvidándonos muchas veces que el acto médico siempre está asociado a un riesgo y que la obligación del médico es de medio y no de resultado, es decir, el médico no está en la obligación de garantizar la salud del enfermo, pero sí de brindarle todo su apoyo en procura de su mejoría, claro está, salvo algunas excepciones, como en el caso de las cirugías estéticas donde se ha venido señalando por el operador judicial que la obligación es de resultado, por lo menos en la ejecución formal de la restauración o corrección procurada.
Ahora, si se trata de buscar las causas de este auge de la responsabilidad del profesional de la bata blanca, creería que hay muchos factores asociados que inciden en gran medida en este cuestionamiento. De una parte, encontramos la desmitificación de la medicina que ha bajado de su más alto pedestal, inspirada inicialmente en la fe ciega de los pacientes hacia sus médicos, a un lugar más bajo, donde ya el medico dejó de ser aquel guardián divino de la salud y hoy despectivamente se le llama matasano, donde ya se miran más los errores que los aciertos.
De otro lado, el auge o la fiebre de la responsabilidad civil, donde todo se ve desde la óptica del daño, que exige que este sea indemnizado, independientemente de que el médico haya obrado con sumo cuidado y diligencia. Así mismo, puede considerarse, la crisis de la ética médica, pues el médico algunas veces se olvida del juramento hipocrático como un símbolo de la moral y la promesa ética con un único propósito de curar y aliviar a sus pacientes bajo cualquier circunstancia. En igual sentido, podemos señalar como factor contributivo de esta responsabilidad, la inadecuada información que el médico le otorga a su paciente, vale decir, por el inadecuado diligenciamiento del consentimiento informado, al médico le asiste el deber legal de satisfacer con ilustración suficiente a su paciente acerca de los riesgos, ventajas y expectativas de su acto médico. A todo lo anterior le sumamos las debilidades del sistema sanitario de nuestro país que es el mayor responsable por la deficiencia de la prestación del servicio asistencial a través de la red hospitalaria. Como dice el dicho “yo no creo en brujas pero de que las hay, las hay”.
En Colombia existen excelentes médicos de vocación, abnegados a su profesión que viven con pasión sus rutinas en los consultorios y sus rondas en los hospitales, pero también hay que reconocer que existe una minoría que no lo hace de la misma forma y su actuar es totalmente cuestionado por sus negligencias. De todas maneras, pienso que sin perjuicio de quienes reclaman justicia por este tipo de responsabilidad tengan o no la razón, es necesario buscar una justicia que de equilibrio a esta situación, donde no resulten sacrificados ni los médicos ni mucho menos los pacientes.
Recordemos que en Colombia el número de médicos es insuficiente y si expulsamos del ejercicio a los que ya tenemos, nos vamos a quedar sin el pan y sin el vino.