En el año de 1997 tuve la oportunidad de conocer a Don José María Prous Torrelles, para los que leen estas líneas tal vez el nombre no les diga nada, pero para entonces, Prous se desempeñaba como presidente de GMAC (en inglés, General Motors Acceptance Corporation) que es la financiera de General Motors la más grande del mundo en financiamiento de vehículos, en ese entonces este servidor trabajaba para un concesionario y dentro de las tareas me asignaron irlo a recoger al aeropuerto.
Muy puntual estuve en la puerta de salida del aeropuerto de Valledupar con mi cartel que decía: Dr. José M Prous, GMAC; al cabo de unos minutos vi a varios funcionarios con chaquetas azules con el logo de Chevrolet y para mí fue muy fácil identificarlos, así que muy raudo me le acerqué al que por la cara parecía ser al que esperaba, muy amable les di la bienvenida y me anticipé a decirle – Dr José María, bienvenido a Valledupar, soy el encargado de llevarlos hasta el concesionario – el hombre se sonrió y me dijo con tono amable – gracias por lo de doctor, pero yo no soy el presidente, soy el vicepresidente comercial, José María está en el baño, ya sale -.
Efectivamente el hombre salió del baño y se dirigió hacia nosotros que ya estábamos en la parte de afuera del aeropuerto, traía arrastrando una pequeña maleta de ruedas (Eran una novedad para entonces) por lo que me anticipé a ayudarle, y muy extrañado por la acción, me hizo una señal con la mano y manifestó – No hombre, cómo se te ocurre, yo puedo – y él mismo metió su maleta al baúl del vehículo, pensé que se subiría adelante pero prefirió irse en la parte de atrás en medio de los otros dos acompañantes y el cuarto visitante se subió conmigo como copiloto, en ese vehículo iba casi todo el staff de General Motors, el presidente de GMAC, el presidente de General Motors Colombia, el vicepresidente de mercadeo para América latina, el vicepresidente de producción y otro alto funcionario que no recuerdo su cargo, todos en una agradable conversación entre el aeropuerto y nuestro destino.
No había caravanas de escoltas, ni camionetas blindadas, ni la parafernalia a las que nos tienen acostumbrados nuestros ejecutivos criollos cuando llegan a un cargo de poder; luego de unos minutos llegamos a nuestro destino y había una especie de calle de honor con la mayoría de los empleados recibiendo a la ilustre visita, el último en entrar fue José María, y se demoró porque había bajado al área de servicio a saludar de mano a cada uno de los operarios que a esa hora estaban laborando, cuando le correspondió el saludo al área comercial, mi compañera muy amable le dijo – mucho gusto Dr. José María, bienvenido a Valledupar – a lo que sonriente y con cierta cara sonrojada le dijo – No me digas doctor, aún no termino mi doctorado, dime simplemente José María.
Hago este pequeño recuento para hacer un símil con lo que tenemos que lidiar casi que a diario con esas personas que se enferman de poder y se llenan de soberbia y de “usted no sabe quién soy yo”, personajes cuya prepotencia pareciera que los invistiera de facultades para derrochar insultos, desaires, y actitudes de falsa grandeza que los hace impotables para las relaciones humanas; y valga el espacio para aprovechar y atreverme a afirmar que parte del fracaso que tenemos como ciudad se debe en su mayoría al tipo de gente que ostenta algunos cargos de liderazgo y con esa costumbre de ir por la vida como si el mundo fuese de ellos y los demás vivieran alquilados cierra cualquier posibilidad de avanzar y de acercarnos a la civilización.
En el año 2010 conocí un libro extraordinario de autoría de Dale Carnegie llamado “Como ganar amigos e influir sobre las personas”, me lo leí de inmediato, lo he recomendado y regalado a varias personas que aprecio y definitivamente debo decir sin temor a equivocarme que toda la ciudad debería leérselo, con esto se mejoraría las relaciones y las buenas formas de convivencia entre nosotros, se lo regalaría a muchos funcionarios y altos ejecutivos a ver si por fin logran aprender que ser corteses, amables y considerados, no les quita ni un ápice de poder, todo lo contrario, entre más soy y más tengo, más humilde debo ser, de lo contrario, solo serán unos gamines con poder y bien vestidos.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.