Hay razones históricas poco románticas que igual cuentan para que ‘Ausencia sentimental’ se haya convertido en la canción insignia de los festivales vallenatos. De fondo, un drama visibilizado por el folclor: la gran cantidad de estudiantes del Valle que tuvo que viajar al interior para completar sus estudios profesionales. Con una consecuencia previsible: muchos nunca retornaron. Rehicieron sus vidas en tierras menos cálidas, con lo que la región perdió por décadas buena parte de su capital humano.
Al día de hoy, muchas universidades públicas y privadas hacen esfuerzos mancomunados para revertir la situación. Es innegable que la oferta académica ha crecido con los programas que se ofertan desde universidades como la Popular del Cesar, la del Área Andina o la Universidad de Santander, por mencionar sólo algunas. Y desde hace cinco años la sede de La Paz de la Universidad Nacional de Colombia se sumó a este cometido colectivo, aportando su granito de arena. En diciembre de este año 2024 tendremos nuestros primeros egresados, profesionales que cursaron toda su carrera sin tener que dejar la región.
En octubre de este mismo año el señor rector de la UN, Leopoldo Múnera, solicitó mi concurso para que ejerciera como vicerrector de la Sede de La Paz. Una tarea que no estaba en mi radar. Tras 38 años de servicio a la Universidad, tanto en docencia como en cargos académico administrativos, ya me sentía más próximo al retiro. Especialmente para estar cerca de la Ballena Azul, hotel icónico del corregimiento de Taganga, en Santa Marta, en donde tengo mi segunda residencia, lugar en que planeo culminar este iluminador proceso de envejecer con dignidad.
Ahora descubro que en uno de los innumerables cantos de Escalona también figura una ballena azul, compartida a una de sus enamoradas como regalo en conjunto con una nube rosada. Extraña conjunción, como lo son los lazos que nos atan a la vida. Tal vez porque, como se afirma en el tango, el destino no hace acuerdos, y nadie se lo reproche. Luego acá estoy, retribuyendo con mi modesto trabajo las enormes posibilidades de crecimiento personal que me brindó mi alma mater.
Hago parte renovada de este compromiso que en buena hora ha suscrito nuestra universidad: conectar con las regiones, hacer de los territorios su centro de acción, construir país más allá de las fronteras del centralismo que ha signado nuestra historia institucional.
Una misión compleja y no exenta de riesgos. Especialmente, el de creer tener desde ya las respuestas a las demandas de la sociedad local. Como si fuéramos la luz en medio de la oscuridad. Sintonizar, por el contrario, es la tarea. Escuchar atentamente, meditar, reflexionar, aportar con pertinencia, colaborar.
La confluencia entre sociedad civil regional y vocación política consensuada fue la que hizo posible la existencia de esta Sede que hoy habitamos. Luego, en sentido estricto, no es nuestra: le pertenece al territorio. Más que edificios y docentes o estudiantes temporales, representa la fortaleza de una institución que debe arraigarse en el corazón de la extensa provincia.
A dos kilómetros del municipio de La Paz y a nueve de Valledupar, lo que es una aparente desventaja en materia de comunicación terrestre, que podrá mejorar con el decidido y necesario concurso de las autoridades locales, puede transformarse en una ventaja considerable: la posibilidad real de proyectar un alma mater en el que tengan asiento las diversas expresiones regionales del Cesar.
Pero eso es el futuro. Por ahora sólo quería ponerme a la orden de la ciudadanía y las diferentes autoridades, para gestionar aquello en lo que podamos colaborar.
Por: Camilo Borrero García
Vicerrector de la Sede de la Paz
Universidad Nacional de Colombia