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Llegan los gitanos

Así como en Macondo llegaban los gitanos todos los años a mostrar inventos y a cobrar por todo, los del rebusque también llegan en abril a Valledupar y traen aires de fiesta, de malabarismos, de raponazos, de ventas de lo imaginado y de lo nunca visto.

El cielo se comienza a encapotar desde muy temprano, anuncio de tardías lluvias que para esta fecha llegan con ellos, con los que se plantan en un semáforo, frente a las filas de carros que bufan desesperados porque se haga la luz verde, y ellos, los del rebusque, sin importarles el calor juegan con botellas, con pelotas de colores o se convierten en estatuas blanquísimas, todo por unas monedas o unos pesos.

Otros se apostan en esquinas con ventas que van desde manillitas de cuero hasta camisetas falsas de distintas selecciones de países lejanos, para lucir, aunque sea a distancia, en el mundial de fútbol.

Y llegan las ferias de artesanías con una carga inmensa de alfarerías y bisuterías; los carros de raspados con la melodía Para Elisa de Beethoven que en medio del retumbar de los conjuntos vallenatos que ya ensayan para lucirse y llegar a la tarima, se convierte en un vago sonar, tan débil, que se solo se siente entre los vivos colores de las esencias embotelladas.

Ante todo ese espectáculo alucinante, cuando el sol se ensaña más con el ardor de esta tierra, uno se pregunta: ¿estamos preparados paras manejar a los gitanos, (léase turistas), a los ilustres visitantes? ¿Cómo está la seguridad para conductores, peatones, para todos? Bueno, para todos es un imposible.

Hay algo que es fundamental en una ciudad que quiere ser turística, que con su máxima fiesta atrae en abril a gentes de lejanas tierras; y es la preparación a los que trabajan en el trato a los que llegan, sobre todo un poco de historia local y sobre las leyendas de la ciudad, para que sean los mejores guías para el que viene por primera vez.

Sí, para que no pase lo del año pasado con un taxista (me encantan las anécdotas con los taxistas) Era un muchacho que manejaba alegre, con su música de la radio a todo volumen, y de pronto, al pasar por la glorieta del fundador preguntó: “Oiga, quien es ese señor?” , “Ah, Hernando de Santana, el fundador de Valledupar”, se puso una mano en la cabeza y dijo: “Anda, la embarré”. “¿Por qué?” “Porque un cachaco que llevé al aeropuerto me preguntó quién era y yo le dije que era Don Quijote de la Mancha, y él preguntó por qué lo teníamos ahí y yo le contesté: porque fundó a Valledupar”.

Hay que reírse, estar alegres y capacitar, instruir, enseñar, para mostrar que Valledupar no sólo tiene acordeón, también mucha y deliciosa historia por contar.

 

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Mary_Daza_Orozco: