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Llamen al cucho

La política está llena de curiosidades. Me explico. Durante el gobierno Duque, la artillería santopetrista lo hizo responsable, constantemente, de haber enterrado el mal llamado proceso de paz con las FARC. No hubo un día en el que lo acusaran de haber llevado al fracaso ese polémico acuerdo. Pero ahora lo que vemos es muy diferente: Gustavo Petro ha sido el más arduo enemigo del proceso mismo, lo llevó al caos, a su autoeliminación. El balance del proceso no puede ser peor: su implementación es muy baja, los guerrilleros no han reconocido sus delitos, ni reparado a las víctimas, están sentados en el Congreso, cuidados con nuestros impuestos. Actualmente el proceso permitió que el delincuente legisle, que el hampón sea gestor de paz. El mensaje para la juventud es torcido, inmundo: haga las cosas mal, que luego el Estado lo cuidará, lo mantendrá y protegerá; y usted tranquilo, nada le pasará, a usted se le protegen los derechos humanos, a pesar de que usted fue un violador sistemático de los derechos de los demás. No se preocupe. ¡Sabroso!

El proceso ha sido un fracaso porque desde que nació, nació mal. El proceso fue ilegal, su gestor llegó a la presidencia a punta de mentirnos a los uribistas. Nos usó, se hizo pasar por uno de nosotros y al llegar a la Casa de Nariño, nos hizo pistola y gobernó dándole la espalda a la seguridad democrática que tanto extrañamos. La muestra está en que muchos de los que votaron por Mockus en esas elecciones presidenciales, terminaron abrazando el gobierno de Santos, fruto de los acontecimientos. Se inventó el fast track para dejar de lado el proceso legislativo -que tiene rango constitucional-, y acomodarlo al zapato de los hampones; se inventó la JEP para dejar de lado a la rama judicial -que también tiene rango constitucional- para poder cubrir a los guerrilleros con el manto de la impunidad; perdió el plebiscito -de rango constitucional- y se hizo el de la vista gorda cuando el NO lo trituró. 100 % ilegal. En ese mismo momento las negociaciones en La Habana debían haberse terminado, Santos debía haber renunciado a la presidencia y la vía militar se debía haber fortalecido. 

El proceso dejó humillado al estado, a los colombianos, quedó la sensación de que no se pudo derrotar a los delincuentes, de que perdimos esa batalla y tuvimos que tragarnos  miles de sapos por la simple incapacidad de un gobierno complaciente, que no tuvo reparo en arrodillar la institucionalidad al crimen y que sintió satisfacción al hacerlo. Los militares que no apoyaron el proceso o se unían a la causa o eran sentenciados al retiro; algunos fueron valientes, otros vendieron su alma al diablo y defendieron a quienes por años los secuestraron y asesinaros. Los miles de muertos del conflicto fueron en vano, los que los causaron hoy gobiernan. Peor que este panorama, nada.

Los que marchaban, manipulados por los mercachifles de izquierda que veían al gobierno Duque como amenaza para sus intereses, hoy no aparecen. Esa juventud que bloqueaba las estaciones de Transmilenio -como la Molinos, en el sur de Bogotá- hoy no tiene estudio ni futuro. Los artistas que apoyaron a Petro hoy brillan por su ausencia, los días de brindar por que la cultura tendría más recursos y porque Francia Márquez refrescaba la política, son recuerdos de un ayer por el que deberían responder por semejante fiasco. El único refresco de la vicepresidenta en estos 30 meses de tragedia es el generado por las hélices de su helicóptero cuando despega, vuela y aterriza. Nada más. 

El país se salió de control, Petro y los suyos han hecho la tarea. Cuando se habla con la gente se percibe su cansancio, desilusión y la tristeza con un proyecto que, en su imaginario, debería haber sido diferente al del resto del continente. En el Catatumbo, Chocó, Cauca, el Valle, sólo se oyen balaceras y en palacio, los billetes de la corrupción al ser contados.

Llamen al cucho cuando haya problemas, el hombre sí sabe cómo resolverlos. Para el presidente Uribe siempre estará el bienestar de la patria por encima de todo. ¡Nos veremos en el 2026! 

Por: Jorge Eduardo Ávila.

Categories: Columnista
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