Como licenciado en lenguas, catedrático en redacción y escritor, no son pocas las consultas que amigos, colegas y estudiantes me trasmiten sobre sus dudas gramaticales o lexicales. La inquietud de mi amigo Luchito García sobre el uso cada vez más frecuente entre los jóvenes de la palabra “literal”, me animó a mojar tinta sobre este fenómeno lingüístico, el cual ya me llamaba la atención, pues mis hijas adolescentes, son de las que no hay día en que no hagan uso del ya manido “literal”.
Lo primero que me sorprendió es que, no solo se trata de un fenómeno regional ni nacional. En España ya los gramáticos, guardianes del idioma y hasta la Real Academia de la Lengua Española (Rae) parecen fracasar en el intento de frenar el equívoco de usar la palabra “literal” en un sentido erróneo y hasta contrario. Hilando más delgado, descubrí que, al parecer, el fenómeno viene de la lengua inglesa, donde “literally” (literalmente), se hizo tan común en el sentido contrario que hasta el prestigioso Diccionario Oxford ya incluyó como entrada el nuevo uso.
Lo literal y no literal
En la lengua usamos expresiones metafóricas como “Tiré la toalla”, “Ese problema me está raspando el ojo”, que no aluden al sentido estricto de la palabra, sino que son comparaciones. También otras que son hipérboles como “Llegué volando a la casa”, “Me quemé las pestañas” “Me quebré la espalda trabajando” que exageran una situación. En estos casos, no sería correcto usar literal o literalmente, pues esta palabra desactiva lo metafórico o lo hiperbólico si nos atenemos al sentido que ofrece el diccionario de la Rae y los demás.
Pero qué es lo que real y efectivamente significa la palabra literal. La Rae dice: ‘conforme a la letra del texto, o al sentido exacto y propio, y NO al lato ni figurado de las palabras empleadas en él, como en «No traduzcas literalmente», adverbio definido por el diccionario como ‘de manera literal’. Otras acepciones son: 2. adj. Que reproduce lo que se ha dicho o se ha escrito. 3. adj. Dicho de una transcripción de una escritura alfabética a otra lengua: hecha transcribiendo letra por letra. (subrayado y mayúscula mía).
Cuando la gente se refiere a literal, lo que significa es que se debe entender “al pie de la letra”, que lo que decimos se debe entender así tal cual lo estamos diciendo, que no estamos exagerando. De allí que existe un nivel de comprensión lectora llamado literal y es el que permite al lector extraer información explícita de una lectura, el plano denotativo de la lengua. Si me preguntan un ejemplo de buen uso de la palabra literal son los siguientes. Si digo “Literalmente, me puso las botas para trabajar con mi jefe”, quiere decir que realmente me calcé unas botas para ir a trabajar, la palabra “literalmente” quiere decir en este caso “no estoy exagerando”. Igualmente, si digo “Me caí de la borrachera, literal”, significa que fui a dar al suelo. Si no uso la palabra literal (o literalmente), doy a entender que estoy exagerando, que no me caí pero que sí estaba muy ebrio. En todos estos casos, cuando se dice “literal” se usa como adverbio de modo (literalmente o de manera literal) y no como adjetivo, así que los chicos más bien deben decir la palabra completa: literalmente.
Por lo anterior, si nos atenemos a la norma gramatical y al sentido general de la palabra, no es correcto decir “Estoy literalmente muerto de hambre” o “literal, me moría de la risa” porque si estuviera muerto no se quejaría del hambre ni estaría contando sus ataques de risa. En este sentido, más que literalmente, es más preciso decir “Estoy metafóricamente muerto del hambre”. Tenemos entonces que, en las nuevas generaciones, literal o literalmente se está usando como hipérbole, es decir, para exagerar cuando su sentido original es apegarse exactamente al sentido de las palabras, no exagerar.
Los autoantónimos
Ahora bien, con esta palabra está ocurriendo un fenómeno semántico que se conoce como autoantónimo, que son palabras que tienen un significado y con el tiempo ganan otro que significa lo contrario al original. Es decir, significan algo y también lo contrario a ese algo. En un artículo anterior, hacía referencia a algunos ejemplos de estas palabras, como “Álgido” que inicialmente se aplicaba a algo frío y con el tiempo pasó a significar lo que está caliente, aunque aún persiste también el sentido original. La palabra “Nimio” tiene como sentido más general el de “insignificante, sin importancia”, pero también se usa para “excesivo, exagerado”. Otro caso es la palabra “Bastante”, que originalmente significa “que basta” “es apenas suficiente”, aunque la mayoría de las personas lo usan para decir lo contrario: “que abunda”, “que hay en exceso”.
En todos estos casos, ocurrió el mismo fenómeno que está pasando con el “literal” de nuestras gomelas. La academia, los docentes y manuales tratan de frenar su uso que va en contravía de la norma, pero que con el tiempo se termina aceptando, pues el uso es el que cambia la norma y no al revés. La lengua es una convención social y si los hablantes del castellano se ponen de acuerdo en usar “literalmente” en el sentido metafórico o hiperbólico, pues habrá que aceptarlo. De todas formas, un consejo: jóvenes y “jovones”, si quieren hacer buen y normado uso de la lengua, entonces solo usen “literal” cuando quieran decir que NO están exagerando en lo que dicen.
Por: Abel Medina Sierra