Que La Guajira tiene miles de millones en banco (es algo de no creer), que el presidente Santos prometió en campaña dos millones de viviendas y ahora no son ni un millón, que en su primera elección o segunda, Uribe prometió 100 puntos y según estudios realizados por organizaciones sociales, no cumplió ni con 10. Ese parece ser el pan de cada día en Colombia.
Pero el país no es exclusiva en este fenómeno, en estados Unidos, PolitiFact que es una organización que se dedica a corroborar lo que dicen los políticos, determinó que eran falsas el 60 % de las afirmaciones de Trump, contra un 42 % para Clinton.
Lo que quiero significar con lo anterior es que existe una tendencia en nuestros líderes de combinar el arte de ocultar con el liderazgo. La pregunta que me hago es ¿por qué? Al respecto encontré un libro titulado “Is American century over” (autor Joseph Nye), de su revisión pude construir tres hipótesis de respuestas a mi pregunta.
Una primera hipótesis de entrada es: los líderes tienen objetivos que difieren gran parte de sus seguidores, así que optan por engañarlos, en vez de revelar las diferencias. Cuando esas mentiras son en interés propio (para ocultar la corrupción o complacer la vanidad del líder), la censura moral es inmediata y adecuada.
Una segunda hipótesis es: En algunos casos preferimos que los políticos no digan toda la verdad. En tiempo de guerra o durante una operación antiterrorista, el engaño puede ser condición necesaria para la victoria o el éxito, que claramente redundan en nuestro interés.
Una tercera hipótesis es: que no hay tiempo suficiente para cambiar el parecer de los seguidores, o estos están demasiado divididos para llegar a un consenso que permita sostener una acción colectiva. Sucede entonces que algunos líderes adoptan una visión paternalista y los engañan en aras de lo que consideran un bien mayor o a más largo plazo.
¿Puede ser justificable que los líderes por los objetivos que sea, oculten la verdad? esta es una pregunta que en el ejercicio de gobierno es difícil de resolver, sin embargo desde la moral no tendría atenuantes. Históricamente este ha sido un debate sin concluir, alguna vez Winston Churchill afirmó que “la verdad es tan preciosa que siempre debe ir protegida por una guardia de mentiras”. Mas allá de todo ello, mi posición personal es que este tipo de estrategias son un acto de manipulación egoísta.
Aún admitiendo que el engaño a veces puede ser necesario, subsiste la duda de si el objetivo es importante, si no hay otros medios para lograrlo. Eric Alterman (historiador político) afirma que: “las mentiras de los gobernantes se convierten inevitablemente en monstruos que estrangulan a sus creadores”.