Por José Atuesta Mindiola
En el informe final de una visita de tres inspectores del Ministerio de Educación al Instpecam en 1978, uno de ellos, dijo estas palabras que nunca pierden vigencia: “En toda empresa hay tres clases de trabajadores. Los que trabajan por amor porque tienen otras fuentes de ingresos. Los que trabajan solo por el dinero, y los que trabajan por amor a su profesión y por el dinero”. Y agregó, es función del gerente ejercer liderazgo de motivación para lograr que la gran mayoría de los trabajadores se ubiquen en el tercer grupo.
Aunque algunos críticos podrán argumentar que cada trabajador debe vivir con elevada autoestima para cumplir a cabalidad sus funciones. Eso es lo ideal, pero la realidad es otra. El ser humano no es perfecto, es vulnerable y dable a los errores. A veces no da todo lo que puede, porque necesita de un alguien que lo jalone, que lo invite y lo entusiasme a seguir adelante. El liderazgo es una cualidad, es un arte que se perfecciona, pero todos no tienen la aptitud para ser líder. Si el gerente de una empresa ejerce liderazgo con categoría y eficiencia son excelentes los resultados.
Nuestras instituciones educativas son más eficientes cuando los gerentes (rectores) ejercen con respeto el liderazgo administrativo y pedagógico que compromete de manera integral el trabajo de cada uno de sus funcionarios. Se observa que los estudiantes mejoran su rendimiento y su comportamiento social, si en los colegios se programan jornadas académicas, culturales, deportivas, seminarios y conferencias, y se comprometen a padres de familia con su responsabilidad de orientar y vigilar las actividades de estudios de sus hijos en la casa y de educarlo para el respeto y la vida.
El rector es reconocido buen líder, cuando da ejemplo de cumplimiento y responsabilidad: desde primera hora se ve en el colegio, participa de reuniones académicas y los actos cívicos, deportivos y culturales; rinde informe de su gestión y gestiona recursos para optimizar el bienestar del colegio. Deja mucho que decir cuando se llega a una institución y se aprecia un lamentable deterioro de su planta física, servicios sanitarios, canchas deportivas, aulas de clase y parte administrativa.
Ahora en vacaciones estuve de visita en el colegio Rodolfo Castro de Mariangola, donde tuve el honor de ser rector, gestionar el inicio de su construcción y con ayuda de la Acción Comunal, padres de familia, profesores y estudiantes hicimos una cancha de fútbol con su pista atlética donde en clases de educación física y fines de semana fomentamos estas disciplinas hasta alcanzar el niveles de competencias y logramos ser tres veces campeones departamentales estudiantiles de atletismo y subcampeones de fútbol. Ahora, sentí profunda tristeza, la cancha grande de fútbol está totalmente enmontada y sin encerramiento, las aulas sin pinturas. Y la vida cultural de las danzas, el grupo literario y la banda cívica son solo un recuerdo.