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Liderar: un ejercicio de acción y propósito

Entre las muchas definiciones de liderazgo, podemos entenderlo desde su etimología <Leader>, que significa guiar por un camino, servir como indicador de ruta y ser un canal o conductor. También se entiende como la capacidad o habilidad de una persona para influenciar a otras.

El liderazgo, en su esencia más pura, es una acción. Es una actividad que se ejerce, que se practica y que, como cualquier verbo, demanda movimiento y compromiso. Nelson Mandela nos lo recordó con su ejemplo de empatía e inspiración; Maxwell con la idea de mostrar el camino, y Drucker al resaltar la capacidad de potenciar a las personas. En todas estas visiones hay un hilo conductor y es que el liderazgo es un ejercicio constante.

Hace poco, mientras dictaba un taller, viví uno de esos momentos. A los pocos minutos de comenzar, se fue la luz y el silencio se apoderó del espacio. Toda la estructura cuidadosamente planeada para las siguientes horas se desvaneció. Podía aceptar el contratiempo como una derrota o adaptarme y seguir adelante. Opté por lo segundo. Dejé a un lado las diapositivas y materiales, y me aferré a la voz, al mensaje y a la conexión con los participantes. Ese día confirmé que liderar no es actuar solo cuando todo está bajo control, sino tener la capacidad de avanzar, incluso en el caos.

Estas situaciones no son ajenas a la vida diaria. Nos enfrentamos a imprevistos constantemente como metas no cumplidas, proyectos que no avanzan o conversaciones complicadas. Es ahí donde el liderazgo cobra vida, en las decisiones que nos permiten seguir adelante. Liderar es generar confianza, mantener la calma y convertir los desafíos en oportunidades.

Ahora bien, el liderazgo no puede ejercerse en un vacío. Necesita estar cimentado en algo sólido, como los Derechos Humanos. Estos principios nos recuerdan actuar con respeto, justicia y responsabilidad. Por ejemplo, cuando lideramos equipos diversos, es fundamental garantizar que cada voz sea escuchada y valorada, sin discriminación. Imaginemos un líder que promueve un ambiente inclusivo en el trabajo, donde una persona migrante o con una situación de discapacidad tiene las mismas oportunidades de desarrollo que los demás. Actuar desde esta base no solo potencia al equipo, sino que demuestra un compromiso real con la dignidad humana y el bien común.

La sociedad, con frecuencia, confunde ser líder con ejercer liderazgo. Muchas veces creemos que para liderar necesitamos ocupar un cargo, tener poder o ser designados. Sin embargo, no todos los que tienen un rol de líder ejercen liderazgo. Benjamín Carson decía que un buen líder reúne los talentos hacia una misma meta. Pero, ¿cómo logramos eso? Ejercitando el liderazgo con propósito, reconociendo las capacidades de quienes nos rodean y siendo un ejemplo con nuestras acciones, como lo plantea Jamie Woodburn.

Liderar es, entonces, algo que hacemos, no algo que somos. Es escuchar antes de hablar, guiar sin imponer, inspirar con acciones más que con palabras. Es un ejercicio que no termina, porque cada día nos presenta nuevas oportunidades para actuar, decidir y conectar con los demás, reconociendo sus capacidades y ayudándolos a alcanzar su máximo potencial.

“Si tus acciones inspiran a otros a soñar más, aprender más, hacer más y ser más, eres un líder” (John Adams).

Por: Sara Montero Muleth

Categories: Columnista
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