Aunque parezca el título de un bolero, el asunto viene desde el día en que Caín mató a su hermano Abel, de un garrotazo, por razones de herencia, allí se inició la guerra fratricida y no ha terminado, ni terminará. Esto no es algo moderno ni nuevo, es ancestral. Somos animales, y lo peor, somos racionales por lo que la guerra no es un simple conflicto entre dos individuos sino una lucha cruenta y sofisticada.
Pero siempre habrá que pensar en ese tipo de leyes que no son una pócima milagrosa que al ingerirla nos induzca al perdón y genere el olvido, porque de eso no trata, sino que buscan algo similar, pero colectivamente. Es decir, producir una evocación pacífica y la intención de no tomar venganza. Me viene a la mente el día de Martin Luther King en los Estados Unidos.
Recientemente el expresidente Álvaro Uribe Vélez propuso una ley de perdón y olvido y rememoré lo expresado por José Manuel Marroquín en ‘La perrilla’, cuando escribió: “Es flaca sobre manera toda humana previsión, pues en más de una ocasión sale lo que no se espera”. Y esto último doblemente válido pues no lo esperaba nadie y es que a Gustavo Petro le sonó la idea.
La propuesta para aprobar leyes de perdón y olvido ha sido recurrente en nuestra historia. Es larga la lista, verbigracia iniciativa similar fue presentada en años anteriores por el expresidente César Gaviria Trujillo, con el nombre de ‘Borrón y cuenta nueva’. No sé si se aprobó, pero aquí seguimos en las mismas y ahorrando para el futuro.
Existió otra de 1990, cuando fueron indultados más de cinco mil guerrilleros y paramilitares, pero veinte años después, en clara muestra de “pronta y cumplida justicia”, fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia.
Y si buscamos, la historia está llena de perdones y olvidos pero nadie ni olvida ni perdona nada, lo cual está demostrado, pues el camino recorrido está lleno de sangre y venganzas. ¡Y lo que falta!
Pero tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe, es decir, algún día puede sonar la flauta y por puro cansancio terminemos perdonando y olvidando.
Y no es un abrazo, que no se han dado, entre Álvaro Uribe Vélez y Gustavo Petro, lo que determina el cambio de rumbo, pero por algo se comienza.
Ojalá los males que nos asedian pudieran finalizar con una ley de esa clase, pero de todas maneras sería un bálsamo reconfortante sobre nuestras heridas. Nada convence más que el ejemplo y este debería darse por quienes invocan ese perdón y ese olvido. Sería bueno que al lado de la propuesta se escribiera una frase que denote la intención. Sé que la cosa no es fácil y comienzo por lo personal. Qué asunto tan complicado es olvidar y perdonar, pero hay que hacerlo, aunque sea solo para la foto. Algo queda.