En nuestro País se adoptan las leyes que deben ser publicadas para el conocimiento de los habitantes, en especial leyes que deben ser aprendidas por aquello de su frecuente o cotidiana aplicación.
Es el caso de esta Ley en que se adoptó la política Nacional de Gestión del Riesgo de Desastre y es poco conocida, sobre todo, ahora que estamos viviendo el innegable Cambio Climático. Esta Ley debe ser de prioridad para los organismos de planificación nacionales, regionales, departamentales, distritales y municipales, teniendo la obligación de aplicar lo relativo o incorporación efectiva del riesgo de desastres como un determinante ambiental que además, debe ser considerado en los planes de desarrollo y ordenamiento territorial a todos los niveles, de tal forma que, aseguren las asignaciones y apropiaciones de fondos que sean indispensables para la ejecución de los programas y proyectos prioritarios de gestión del riesgo de desastres en cada unidad territorial, como una verdadera estrategia de desarrollo que unido a entes privados y comunitarios se deben articular con las políticas, normas y recursos que tengan como objetivo un proceso social de gestión del riesgo para ofrecer protección, nos preguntamos ¿será que le estamos dando su debida aplicación? ¿Será que solo echamos mano a ella en momentos difíciles pero nada de prevención? Es una ley y un sistema inteligente de muchas precauciones pero en Colombia somos apaga incendios y no aprendemos de las experiencias y de los impactos que producen las tragedias.
Los planteamientos de la ley son fundamentales para que incorporemos variables de riesgos e instrumentos a nivel nacional, departamental y municipal, donde se identifiquen medidas de adaptación, en el entendido que el riesgo es una combinación de amenazas, exposición y vulnerabilidad (ejemplo de ello es lo que vivimos ahora con el fenómeno del niño). Es importante saber que las amenazas pueden generar cambios en temperaturas, olas de calor, precipitaciones y sequias. La vulnerabilidad tiene dos componentes formados en susceptibilidad y sensibilidad; la susceptibilidad es la capacidad de adaptación (resiliencia) de las personas y la sensibilidad es la predisposición de las personas. De acuerdo con lo anterior, notamos que el país no da muestra de mensajes de recuperación, es decir, para donde debemos movernos y anticiparnos para evitar desastres.
Esto implica retos: mejorar la capacidad de adaptación a la comunidad más vulnerable; avanzar en el conocimiento del estado de la degradación de tierras y desertificación como en el del Departamento del Cesar; identificación de medidas de adaptación al cambio climático; elaborar un plan integral de cambio climático al sector agrícola e identificación y aplicación de medidas preventivas en ecosistemas especialmente en zonas secas.
Nota: Señor Alcalde, las plantas de las avenidas y otros lugares de Valledupar se están secando, será que volvemos a regarlas como se hacía antes.
- Especializado en Gestión Ambiental