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Letargo lapidario

Haciendo eco en las asertivas elucubraciones de Oscar Romero Torres, economista de la Universidad Cooperativa de Colombia, acerca del Partido Liberal, el mayor protagonismo se lo lleva, y de lejos, el expresidente, César Gaviria Trujillo, por enésima vez jefe de esa colectividad. 

Y tras sepultar al Nuevo Liberalismo del inmolado líder, Luis Carlos Galán Sarmiento, se encamina a robustecer lo que ya está incubado, un oligopolio hegemónico para perpetuarse por Sécula Seculorum en la dirección de esa colectividad, recapitula el columnista, seguro de plasmar la historia real para no narrar la mentira encuadernada. 

Pero como al ex jefe de Estado no le dieron juego participativo para montar a su hijo Simón como vicepresidente de Colombia en el actual Gobierno, terminó odiando a la vicepresidenta, Francia Márquez, quien tuvo la entereza de recordarle su proeza como primer presidente neoliberal de Colombia, cuando vendió las empresas estatales incrementando el desempleo y la pobreza. “La venganza es más dulce que la vida misma”, dice el fatuo.

Romero Torres les recordó a los colombianos que la mayor preocupación de Gaviria es la reelección a la Presidencia de Gustavo Petro, condicionando su participación en el actual gobierno a cambio de que Petro debía garantizarle por escrito notarial que no aspiraba ni iba aspirar por segunda vez a la Presidencia, lo que en teoría coarta el derecho del constituyente primario de elegir a sus gobernantes.

No se vislumbra relevo generacional en el Partido Liberal, que envejeció sin alternativa de poder, antípoda del Partido Conservador, que parece arrear sus banderas y enarbolar la gesta emancipadora de Rafael Uribe Uribe, Jorge Eliécer Gaitán, Luis Carlos Galán Sarmiento y Alfonso López Pumarejo, estandarte de la Revolución en Marcha.

Desde ese ámbito, Óscar Romero Torres expone la verdadera crisis política del histórico movimiento, el de las transformaciones y el cambio, para caer en un letargo lapidario frente al resurgir de estructuras electorales modernas que buscan espacios de poder. 

Las conjeturas no han faltado y han estado a la orden del día y hasta se ha especulado sobre las intentonas del líder progresista de apoderarse del Partido Liberal, lo que, en el hipotético caso, y a juzgar de muchos liberales, lo hubiera desanquilozado, para imprimirle un sello libertario al trapo rojo. 

Siempre se ha pregonado que la política es un negocio, dejó de ser la dialéctica de Hegel. Dialécticamente, en la concepción hegeliana la sociedad civil deviene Estado: no se le niega crasamente, sino que es puesta desde el Estado, lo que, por otra parte, también significa que sin Estado no hay sociedad civil. La conclusión es lógica: sin Estado no hay libertad concreta.

Si quieres conseguir la simpatía de la multitud, debes entonces decirles las cosas más estúpidas y crasas: Adolfo Hitler, el más votado, pero cómo no serlo, si se impuso como candidato único, de ahí su célebre frase, extraída de sus propias vivencias, frente a un electorado atemorizado y deslumbrado con su demagogia y accionar tenebroso, lo que le dio los  réditos políticos necesarios para hacer y deshacer al dictador alemán de origen austriaco y figura clave en la perpetración del Holocausto, el genocidio de aproximadamente 11 millones de personas, entre los que se encontraban judíos, discapacitados, homosexuales, testigos de Jehová, socialistas, comunistas y gitanos.

“Todos los partidos políticos mueren al final, al devorar sus propias mentiras”, John Arbuthnot, médico y escritor satírico escocés, lo que coloquialmente equivale a decir: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”, las palabras se las lleva el viento, pero las obras quedan, perduran y personifican en el contexto de una política ejemplarizante y duradera.

Por: Miguel Aroca Yepes.

Categories: Columnista
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