Leo Matiz Espinosa, ese errante trota mundo, fue otro genio nacido en Aracataca en 1917 en el hogar formado por Julio Martínez y Eva Espinosa. Su nacimiento estuvo marcado por el tinte de leyenda, según la cual su madre lo pare sobre un caballo, mientras cabalga entre los cultivos bananeros de Aracataca para llegar donde la partera y desde ese instante su vida estuvo enmarcada por la ficción.
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Bautizado con el nombre de Leonardo, a pesar de nacer en el campo desde muy temprano se despertó en él la vocación, el gusto por el arte en especial el dibujo y la caricatura
En Ciénaga (Magdalena) cursa los estudios primarios y el bachillerato en el Liceo Celedón de Santa Marta. Inicia su vocación como caricaturista. No le atraía hacer una carrera profesional tradicional. En 1933 la revista Civilización de Barranquilla publica sus primeros trabajos. Aún no está muy convencido de ser fotógrafo a pesar de sus trabajos para los diarios El Tiempo, La Revista Estampa, las fotografías sobre la ‘Ciénaga Grande’, el río Magdalena, la zona bananera.
Logró esa toma popularizada con el nombre de ‘La Red’. Instante captado por el inquieto lente de Leo Matiz en 1939. Una fotografía catalogada como obra maestra, según muchos críticos de arte. Capturó esa atarraya en su fenomenal momento en la ‘Ciénaga Grande’.
Por su belleza y perfección con esta foto inicia su fama. Y otras bellas imágenes de los platanales. Logró captar los mejores paisajes y escenas cotidianas de su terruño, la pesca, la navegación, agricultura, personajes locales en los que pone la cabeza, el ojo y el corazón.
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Se anticipa a las huellas de los personajes de Cien Años de Soledad. Si alguien puede presumir de haber capturado por primera vez la luz de Macondo, es Leo Matiz. Le da vida a las cosas y le imprime un genuino humanismo a su trabajo.
Viaja a Bogotá donde estudia xilografía. A partir de 1937 comienza a publicar caricaturas en El Tiempo, El Espectador y la Revista Estampa. Mientras estudia en el taller del pintor y fotógrafo Luis B. Ramos. Funda la Revista Lauros. A los 18 años de edad ingresa a la Escuela Nacional de Bellas Artes de Bogotá. Su gran objetivo era andar y lo hace a la edad de 23 años. Zarpa de Barranquilla en 1940 rumbo a Panamá, donde logra mantenerse haciendo caricaturas que vendía en los hospitales, universidades, bares y a gente de la calle, busca hacer el dinero necesario para llegar a México.
Viaja a pie de Panamá a Costa Rica donde hace una exposición conjunta de dibujos y caricaturas, apoyado por el pintor centroamericano Amighetti, con tan mala suerte que un tornado las destruyó.
Allí consiguió ayuda para continuar camino a Ciudad de México, en ese momento el “París latinoamericano”. Es ahí donde inicia el trabajo de reportero gráfico de la Revista ASI con el apoyo del poeta colombiano Porfirio Barba Jacob.
Establece relación, convive y trabaja con notables artistas e intelectuales de la década de los cuarenta: los muralistas José Clemente Orozco de quien recibió clases de pintura; Diego Rivera y su esposa Frida Kahlo. Retrata a muchos personajes: Luis Buñuel, Marc Chagall, un sonriente Pablo Neruda, Agustín Lara, Mario Moreno “Cantinflas”, la versátil actriz María Félix, entre otros.
En el período comprendido de 1941 a 1947 realiza exposiciones sobre tipos y costumbres de México, participa como fotógrafo de rodaje de la película Fiesta Brava, hace 500 fotografías para el mural ‘Cuauhtémoc contra el Mito’, que el muralista David Alfaros Siqueiros utilizó sin darle los créditos, por eso, lo denuncia y el pintor lo acusa de pertenecer a la CIA y le prende fuego a su estudio.
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Abandona esta ciudad rumbo a Estados Unidos, donde es reconocido su talento en varias publicaciones como la revista Life, Readers Digest, Norte y otras. La revista Life lo comisiona para venir a Bogotá a cubrir El Bogotazo. En 1978, al lado de Gabriel García Márquez, cubre la caída del dictador Marcos Pérez Jiménez.
A Leo Matiz lo han descrito como uno de los fotógrafos más versátiles y originales de la generación de reporteros que renovaron la escena del fotoperiodismo en las primeras décadas del siglo XX en América Latina, Estados Unidos y Europa. La crítica europea lo ha reconocido como “el guardián de la sombra” de la fotografía Latinoamericana, por el contraste de luz y sombra en sus estampas, que recogen instantes dramáticos de sus personajes sumergidos en la cima del poder o en los laberintos de la marginalidad social.
De su colección fotográfica, dice Magela Demarco: “Uno siente el calor de la piel de esos campesinos inmortalizados por su cámara, la esperanza de las manos de aquellos pescadores que lanzan y luego recogen las redes pacientes, esperando llevar algo de comida a su casa, siente caer las gotas de transpiración de los aguateros cargando pesados baldes”.
La Fundación Matiz donó al Museo de la Universidad de Cartagena 30 de sus mejores fotografías, colección denominada ‘El macondo de Leo Matiz’, coordinado por su hija Alejandra Matiz quien dirige la Fundación que lleva su nombre. El Instituto europeo di Desing de Milán exhibe la muestra ‘Los personajes de Leo Matiz’.
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El Gobierno colombiano lo reconoce como el más importante fotógrafo en el siglo XX y edita para el evento en su honor el libro ‘La Metáfora del ojo’, escrito por su biógrafo Miguel Ángel Flórez Góngora, alusivo al ojo que perdió en Bogotá a raíz de un atraco.
En 1978 vuelve a Colombia y se radica en Fusagasugá donde vivió sus últimos años. El 24 de octubre de 1998 muere en Bogotá rodeado de amigos de quienes se había ganado su afecto por su sencillez y la admiración por su obra. Recibió reconocimientos al mérito de Colombia, en España y otros países como testigo de la historia con sus fotografías. Es una leyenda viva de la fotografía del siglo XX.
Por: Giomar Lucía Guerra Bonilla