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Leo, entre la enfermedad y la ternura

Tengo un vecino pequeñito y muy bello. Le decimos Leo, se asoma en la puerta de mi apartamento y pregunta “¿Puedo entrar? Y luego. ¿Me puedo sentar? Eso solo habla de su buena educación. Conversa con palabras enredaditas, pero gusta oírlo, su cadencia es agradable. Leonardo Jesús Quintero Lacouture es su nombre, pesado para su fragilidad.

Leo es un milagro de vida, que todavía, a los nueve años de edad, sigue luchando por ella: al nacer hizo una isquemia cerebral, lo salvaron, pero al año enfrentó otro malestar de salud muy grave: fue operado del corazón, para remediar una patología congénita.

Por la fuerza de una tutela Coomeva le proporcionaba terapias del lenguaje, principalmente, en el Centro de Rehabilitación ‘Inari’, pero eso fue hasta el viernes que acaba de pasar, porque ese centro no ha recibido el pago de la mencionada EPS, “no han renovado el convenio”, esa fue la explicación para no atenderlo más.

Hace unos días vino Leo y me dijo que lo iban a operar y me mostró un bultito en la mandíbula y otro en el abdomen (este es una hernia) Le dije que le iba a ir bien y convencido me dijo “Sí, bien”.

Estuve pendiente de la operación de Leo, y nada, lo veía jugando un poco con sus hermanitos. Pregunté a su abuelita cuando sería la intervención y me dijo que hace meses tiene la orden, pero en ninguna clínica lo quieren operar porque supuestamente Coomeva les debe y no les paga y volvió a mencionar: “no hay convenio”. Tratando de ser discreta, pregunté que le habían dicho los médicos sobre el tumor y me comentó que el cirujano le dijo; “Hasta que no se saque no sabremos si es maligno o benigno”.

Y ahí está Leo, esperando por una operación que en estos momentos le salvaría la vida, mientras que su abuelita Luz María va todos los días a Coomeva, discute, ruega, presenta tutelas, derechos de petición, habla con médicos, no le alcanza el día para suplicar una operación, que han pagado y que está ordenada, pero la tienen dando vueltas llena de angustia; y la aturden las voces: ¡espere, espere y espere! Mientras que Leo cada día que pasa se enfrenta a su peor enemigo: el tiempo.

Tenía en alta estima a Coomeva, la veía poderosa, eficiente, en fin, de las mejores; pero ¿y la humanidad dónde quedó? Los adultos soportan ser un número en esas prestadoras de salud, pero los niños no, ellos tienen el derecho inalienable a estar sanos, a Leo lo están dejando postrar.

Cuántos niños muriendo por desnutrición, cuántos haciendo filas por un patacón servido en la mano, como única comida, cuántos han muerto clamado por una medicina o por un traslado a un hospital eficiente, cuántos más de esos casos inhumanos necesita el país, los gobernantes, los políticos para que se proteja lo único bueno que tiene esta sociedad absurda: los niños.

Clamemos todos por Leo, los medios, los numerosos familiares, los amigos, los defensores de los Derechos Humanos, todos exijamos que se le atienda, es un derecho y si los derechos no se respetan, se exigen.

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