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Leer es nuestro cuento: ‘El feo sueño de ángel’

Cierta vez en un reino muy cercano, mientras el silencio de la noche arropaba los sueños de los pobladores, Ángel, quien roncaba mientras dormía, saltó de su cama porque escuchó el fuerte zumbido de un mosquito en su oído. Adormitado se levantó a cazar al animal que interrumpió su sueño, fue una batalla muy dura puesto que el mosquito se reía cuando Ángel no atinaba y este, desesperado, el zapato le lanzaba. Estaba enojado porque quería seguir durmiendo.

Pasados unos largos minutos, el mosquito casi moribundo se marchó por una ranura. Ángel se fue nuevamente a la cama con ganas de dormir, pues al día siguiente era sábado y como no había clases se reuniría con el parche del barrio a jugar futbol e ir a montar bicicleta como de costumbre con todos los chicos. Ellos eran la alegría de la calle.

Ángel cerró sus ojos y al instante se levantó y, entonces, notó que todo había cambiado. ¿Qué pasó aquí? Preguntó absorto por el silencio que se sentía en el ambiente. Incluso le extrañó que su madre no lo despertó como de costumbre y tampoco percibió el suave y rico aroma del café que su madre prepara todas las mañanas.  Como pudo se cambió rápidamente y salió de su cuarto a averiguar lo que estaba pasando. Qué sorpresa se llevó Ángel cuando entró a la habitación de la mamá y allí estaba ella. sentada en la cama con su pijama aún puesta, sin bañarse, sin peinarse y riendo a carcajadas, él preocupado le dice: “Mamá ¿estás enferma?”. Y la abraza, pero ella no le presta atención.  De pronto notó que su madre tenía algo en la mano. Este objeto era muy raro, allí había gente haciendo toda clase de cosas y su madre se reía por ello. Él la miró con ojos de sorpresa y tristeza, con un suspiro profundo salió de la habitación; en su mente le daba vueltas la idea de cómo se llamaría ese aparato raro que le había robado la atención de su madre, abrió la puerta y salió corriendo a contarles a sus amigos de este pequeño aparatico. Y vaya qué sorpresa ¡oh! ¿Qué ha pasado aquí? ¿Dónde están todos? ¿Dónde están mis amigos?, ¿por qué tanto silencio?

Absorto contemplaba como todo había cambiado, las puertas de las casas estaban cerradas, alcanzaba a ver en una que otra ventana a la gente sentada en la mesa compartiendo la comida, pero con el mismo aparato en la mano, que tenía su mamá. Con gran tristeza en su corazón podía sentir que ya nada era igual y que todas las personas se habían dejado absorber por ese aparatico raro. Cabizbajo siguió caminando y llegó al parque, allí vio que   los columpios estaban vacíos y que los niños estaban entretenidos sentados en el pasto con un aparato más grande que los que había visto anteriormente, también observó cómo la gente se tomaba muchas fotos con dicho aparato, todas y cada una de las personas que veía a su paso tenían un aparato raro, ya no conversaban ni reían entre ellos, sino que parecían zombis mirando la pantalla de ese raro objeto.

Desesperado corrió a la casa de su abuela quién podría darle una sabia explicación a estos sucesos que se estaban presentando en todo el reino. “¡Noooooo!”, exclamó Ángel al ver a su abuela con ese raro y odioso aparato.  Su abuela no se levantó de la silla ante el fuerte grito de Ángel, solo río suavemente, lo miró y siguió pegada en el aparatico raro el cual miraba fijamente. De repente Ángel pensó que ese reino ya no era el mismo, pues todo se sentía vacío, apagado y   las personas ya no eran las mismas, y entonces sintió gran dolor en su corazón, también sintió mucho miedo. Desesperado corría con todas sus fuerzas por las calles del reino sin saber a dónde ir, lo único que quería era que ese raro aparatico no lo alcanzara para no convertirse en un zombi, corrió, corrió y corrió…  corrió tanto que se quedó sin aliento y se desmayó.

De pronto Ángel se despertó con la suave voz de su madre y sintió a través de su olfato el tan delicioso y agradable aroma del café del mañana preparado por ella. Se levantó caminando a hurtadillas y se dirigió hacia la cocina de dónde provenía ese rico y delicioso aroma, miró sigilosamente y vio a su madre sonriente y feliz preparando el desayuno para todos en casa. Sorprendido escuchaba las risas y gritos de los amigos jugando en la calle, también escuchó al señor que vende mazamorra, y al señor de los helados, y entonces dijo: “¿Yo estaba soñando?  En verdad ¿era un sueño? Si eso era un sueño, que horrible había sido”.  

Su madre lo miró y lo notó un poco ansioso, lo abrazó fuertemente en su pecho, le recordó lo mucho que lo amaba y lo mandó a bañarse. Enseguida se dispuso a bañarse con gran alegría, luego de recibir el desayuno le dio un beso a la mamá y le pidió permiso para salir a jugar, le dijo que ya había organizado su habitación. Salió sonriente y al asomarse a la calle observó con alegría que todo seguía igual, los amigos lo esperaban para jugar, algunos padres estaban con sus niños pequeños enseñándoles a montar bici o a patinar, corrió al parque y pudo ver como los niños se divertían en la arena y algunos padres balanceando a sus niños en el columpio.

Al final Ángel suspiró profundamente y agradeció a Dios porque solo había sido un feo sueño y le pidió que ese aparato raro no llegara nunca a su reino, porque no quería ver a todas las personas convertidas en zombis, ni al reino convertido en un reino fantasma. De todas maneras, si algún llegase a aparecer un aparatico de esos él les diría a las personas que ese aparatico los absorbía y los consumía poco a poco y debían tener muchísimo cuidado.

POR: Karoll Alejandra Pallares Lozano – 11-03 – Institución Educativa Juan Mejía Gómez.

Flor y la lección de vida

Érase una vez en un reino muy lejano llamado Chiriguaná vivía una princesa llamada Flor; ella era una princesa mimada, los sirvientes del Reino tenían que hacer casi todo por ella, aun así, con casi 18 años, a Flor no le gustaba hacer nada por ella misma, sus padres se arrepentían de haberle dado todo y jamás decirle que no. Pero, algo que iba a cambiar a Flor para siempre sucedería al día siguiente.

 Flor desayunaba en la cama cuando (tac, tac,) tocaron la puerta de su habitación, e inmediatamente Flor dijo: “¿Qué esperáis, que me levante y os habrá la puerta?”.  Cuando la princesa dijo esto, dos caballeros entraron haciendo una reverencia, y dijo uno de ellos: “Buenos días   princesa, el Rey la necesita inmediatamente en el trono”. Flor se levantó y dijo: “¿Pero, ¿qué necesita mi padre de mí en plena mañana?”.

Cuando Flor llegó al trono ni siquiera le dio los buenos días a su padre, ella le gritó: “¿Por qué no me has dejado desayunar en paz?”. Su padre le respondió con calma: “Estoy cansado de que no cambies hija, por eso he decidido que te marcharas de mi castillo para trabajar día y noche, y así aprenderás que la vida no es fácil, te daré 200 monedas de oro para que puedas sobrevivir uno o dos días”.

Flor soltó una carcajada y le contestó diciendo: “Tú nunca serías capaz”. Su padre al escuchar esto se molestó y dijo: “Guardias, llévensela, denle las monedas y échenla a la calle”. 

“¡Padre no! ¡Padre no! por favor no”, gritaba Flor.  Su padre se asombró, era la primera vez que Flor decía por favor.

Ese día Flor se marchó a un reino vecino, en el que la hospedaron, pero minutos más tarde la echaron, pues su padre envió una carta a todos los reinos que decía: “Buenos días soy el rey Asmel, si la princesa flor llega a tu castillo, no recibirle, echadla porque la he mandado a aprender de la vida dura. Atentamente: El Rey Asmel”.                         

Cuando a Flor la echaron no tenía a donde ir. Mientras lloraba comenzó un nuevo camino, el sol estaba ocultándose y Flor vio a lo lejos una humilde choza, corrió hacia ella y habló con el dueño y por suerte le permitió quedarse. Al día siguiente el hombre le dijo a Flor: “Sé que tienes oro, entrégamelo y estamos a mano”. Flor se negó y el hombre le dijo: “Entrégamelo ahora o verás”. entonces Flor tiró la bolsa al suelo y corrió, corrió tanto que no se dio cuenta que estaba en el bosque encantado (Si quieres saber a este bosque se le dio el nombre de bosque encantado, porque según narra la leyenda está lleno de magia. Una vez un hombre había perdido a su hija en un accidente, pero fue y rezó en el bosque, y cuando llegó a casa encontró a su hija viva. Pero claro no venimos a narrar y a hablar del bosque encantado, sigamos con Flor).

Y de repente se tropezó y se dio cuenta que se encontraba en el famoso bosque encantado, todo lo que la rodeaba era hermoso, único, era perfecto.  Flor vio una hermosa laguna que llamó su atención, se puso de pie y se acercó a la laguna. Cuando ella se acercó vio a alguien, una sombra; Flor se asustó y empezó a correr, pero se desmayó. Cuando Flor despertó no podía creer donde estaba.  Todo parecía sacado de un libro. Flor se encontraba en ‘shock’, todo estaba lleno de flores, animales, lagos, era tan bello que no se lograba describir.

Unos niños se encontraban jugando, Flor se les acercó y les gritó: “Qué hacen parados mocosos traedme agua”. Los niños amablemente salieron a conseguirle agua sin embargo uno de ellos se quedó con Flor y le preguntó: “¿Por qué eres así con nosotros?  No te hemos hecho nada”. A lo que Flor respondió: “Soy así, porque quiero y nadie me lo puede prohibir”. El niño tan inocente le dijo: “No debes ser así, pues nadie quiere a las personas egoístas y orgullosas, la vida es muy corta para creerse más que los demás, deberías pensar más, antes de decir algo, porque tú no sabes el daño que le causas a la otra persona con tus palabras, a ti no te agradaría que yo te dijese que eres fea o que te gritase”.

Flor se asombró por todas las palabras que le dijo el niño.  De repente, el corazón de Flor se conmovió y le pidió disculpas al niño, le prometió que cambiaria, él le sonrió y miró hacia el cielo, le salieron unas alas y se marchó. Flor estaba asombrada, jamás olvidaría ese día y mucho menos al niño que la haría cambiar para siempre.

Luego llegaron los niños y le dieron el agua a Flor, ella sonrió, les dio las gracias. Los niños la llevaron a conocer el pueblo; era un lugar muy alegre y sus calles estaban adornadas con bellos árboles amarillos, en este pueblo a todos les gustaba la música vallenata, había muchos acordeones y pescadores, los habitantes eran muy amables y Flor se sintió feliz de estar en ese mágico lugar, llamado Valledupar. Todos atendieron a Flor muy bien, los niños le contaron que el pueblo se engalanaba cuando celebran el Festival Vallenato y que venían gentes de todos los reinos a deleitarse con la música, las comidas, bebidas y bailes propios de la región. Pronto Flor se hospedó en Valledupar y emprendió su propio negocio, vendía deliciosas comidas.  Al final Flor se había convertido en una persona que se caracterizaba por grandes valores que compartía con la comunidad, también era muy emprendedora y un ejemplo de humildad, tiempo después visitó a su padre y le pidió perdón por todas las faltas cometidas, también le dio las gracias por enseñarle esta importante lección de vida.

POR: Zuny Alexandra Toloza Lozano – 8-05 – Institución Educativa Juan Mejía Gómez.

Periodista: