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Leer es nuestro cuento: Cuenta la abuela

Estando de vacaciones de Semana Santa en Manaure, donde viven mis abuelitas, comenzaron a contarnos historias vividas hace mucho tiempo que quiero compartir con ustedes.

Cuenta la abuela que se conoció con mi abuelo cuando ella tenía 16 años y mi abuelo 18, se enamoraron y se mudaron para una finca llamada Las Virtudes, allí nacieron de uno en uno sus 12 hijos.

Cuenta la abuela que en Las Virtudes sembraban café, lo recogían, lo secaban y lo traían al pueblo donde lo vendían y podían comprar sus alimentos y las cosas que necesitaban.

Cuenta la abuela que cuando bajaban todos al pueblo a ella le decían ‘ahí viene la gallina con los pollitos’.

Cuenta la abuela que cuando los hijos iban creciendo y estaban de edad para ir al colegio, los mandaban al pueblo a vivir y poder asistir de lunes a viernes a la escuela y así lograr salir adelante.

Cuenta la abuela que los viernes estos hijos regresaban a la finca a pasarse el fin de semana con sus padres a quienes ayudaban en esos días, sin importar que era su tiempo de descansar.

Cuenta la abuela que la Semana Santa en sus tiempos era muy respetada, los Jueves y los Viernes Santos las personas no trabajaban, no cocinaban y se bañaban antes de las doce para no convertirse en peces o en sirenas.

Cuenta la abuela que un día de Semana Santa, fueron al chorrito un manantial a buscar agua, pero se quedaron jugando y se les hicieron las doce y se les apareció un manto blanco que no los dejaba pasar, ellos desesperados y asustados comenzaron a rezar y el manto desapareció de repente.

Cuenta la abuela que a las doce del mediodía de los Jueves y Viernes Santos en los palos de naranja y de limón aparecían higos que brotaban de los troncos y que sacaban para utilizarlos y proteger a su familia.

Cuenta la abuela que un viernes de Semana Santa fueron a una acequia y el agua estaba totalmente roja como la sangre de Cristo, se fueron asustados y al otro día que regresaron el agua estaba normal.

Cuenta la abuela que el señor Chico, un hombre del pueblo, le llevaba al papá la comida, la llevaba en una mochila y la mamá le dijo no te vayas a meter con la comida de tu papá porque te puede morder una serpiente, pero él desobedeció comiéndose la comida y una serpiente lo mordió y por el veneno perdió el brazo y la pierna.

Cuenta la abuela que los niños también respetaban la Semana Santa; no jugaban boliches, porque en las noches sentían los boliches brincando, no jugaban dominó porque se escuchaban la fichas y no se quedaban tarde de la noche despiertos porque escuchaban ruidos extraños.

Cuenta la abuela que los valores se han ido perdiendo, que el respeto que antes se sentía por los padres, por los maestros, por las cosas sagradas, hace falta en esta sociedad, por eso los invito a todos a escuchar a nuestros abuelos para que aprendamos de ellos.

“Dedicado a mi bisabuela Mercedes Molina ‘Vieja Meche’ y a mi abuelita Sonia Ramírez Molina”

Escrito por Joel David Montero Mendoza Grado: 6° Institución Educativa Consuelo Araujo Noguera

El bobo y el hada

Había una vez un pueblo lechero llamado “los caga leche” porque su dieta era a base de pan con levadura por lo cual todos tenían la barriga inflada.

En este pueblo existían los vende sueros, los vende pan, los vende queso, los vende leche, algunos vendían mogollas, pero en resumen casi todos vendían productos lácteos. Por ello era tanto el gusto por la leche que llegaron a vender leche materna y a los hombres les empezaron a salir leche por las tetillas, los cuales también llegaron a vender su leche.

En el otro lado del pueblo, por el monte, existía un hombrecillo llamado Repugencio, que era tan flojo, pero tan flojo, que usaba pañales. No le gustaba trabajar, para más peñón, le pedía a su esposa que le cambiara los pañales.

Su esposa le daba la comida en la boca, excepto la sopa que se la tomaba con pitillo. En resumen, era como un niño. Su media naranja, llamada Suerella, era vende suero que competía con los vende queso; Estos eran más careros que los vende suero.

Un día cualquiera estaba haciendo un sol ‘mataburro’ que cocinó a las vacas de Repugencio. Este al percatarse se fue al bosque llorando. En el camino se encontró con un hada llamada Chispita que le concedió tres deseos. Repugencio se puso muy contento y pensó en lo que pediría.

Chispita, quiero ser multimillonario – dijo Repugencio.

Está bien, tu primer deseo se ha cumplido. Ahora tienes una montaña de lingotes de oro – dijo Chispita.

Genial, Chispita – dijo Repugencio que se quedó dormido porque era tarde y había almorzado. Este estaba tan lleno, pero tan lleno que le salía el arroz por la nariz. Sin darse cuenta vinieron unos ladrones y le robaron todo el oro por bobo.

Al día siguiente al darse cuenta le dijo a Chispita: Ahora quiero ser jefe de una empresa lechera y que todo el mundo me ame.

De acuerdo, tu segundo deseo se ha cumplido. Ahora eres jefe de una empresa lechera y todos te conocen y te quieren – dijo Chispita.

Fantástico, Chispita. Y, por último, quiero ser sabio como Salomón – dijo Repugencio. Lo siento, pero ese deseo no puedo cumplirlo – dijo Chispita.

¿Por qué no? – preguntó Repugencio, sorprendido.

Porque no puedes cambiar tu naturaleza – dijo Chispita.

¿Qué quieres decir? – preguntó Repugencio, molesto.

Quiero decir que eres un bobo y siempre lo serás – dijo Chispita.

¡Eso es muy grosero! ¡Exijo que me des otro deseo! – gritó Repugencio, enfadado. No puedo hacer eso. Ya has gastado tus tres deseos – dijo Chispita.

Repugencio se arrepintió de sus deseos y quiso devolverlos.

Bueno, pues entonces quiero que me devuelvas los dos primeros deseos – dijo Repugencio.

Eso tampoco puedo hacerlo. Los deseos son irrevocables – dijo Chispita.

Entonces, ¿qué puedo hacer? – preguntó Repugencio, frustrado.

Puedes hacer lo que quieras, pero te advierto que no te va a servir de nada – dijo Chispita.

¿Por qué dices eso? – preguntó Repugencio, curioso.

Porque ahora eres jefe de una empresa lechera, pero también eres el hombrecillo más odiado del pueblo – dijo Chispita.

¿Cómo es posible? – preguntó Repugencio.

Porque has engañado a todo el pueblo con tu leche con agua. Todo el pueblo te detesta y te desea lo peor. Además, como eres tan bobo, no sabes administrar tu empresa, y pronto perderás todo lo que tienes – dijo Chispita.

Al ver el hada la actitud de Repugencio se esfumó entre las flores que caían de un árbol, y de repente hubo una gran inundación en la cual todos por el efecto de la levadura flotaron, pero la inundación arrasó con todo el pueblo, por lo cual Repugencio inició de nuevo su vida con Suerella. Por tanto, aprendió a ser humilde, a dejar la flojera, a respetar y amar a sus semejante.

FIN

Por: Rengifo Arce Andrés Felipe Grado: 10°4

Consuelo Araújo Noguera

Periodista: