Cuando el pueblo se manifiesta, así sea engañado por las presiones de la mentirosa democracia que reserva sus dignidades solo a quienes pueden comprar conciencias, no queda camino diferente a aceptar la voluntad popular, felicitar a los elegidos y asumir el compromiso particular, de siempre recordarle a los nuevos congresistas el deber político que obliga la credencial obtenida, así tras ella existan espurios apoyos, conseguidos por medios diferentes a la dialéctica de los planteamientos serios que permiten soñar con un mejor futuro.
Afortunadamente para los electos, una vez más el pueblo creyó. Hizo eco al falso optimismo prefabricado por estratégicas campañas publicitarias y difundido por volubles medios de comunicación, desde donde nos convencen que votar por candidatos sin favoritismo mediático es botar el voto, cuando la realidad es diametralmente diferente porque el sufragio solo se pierde cada vez que elegimos a personajes cuyo único atributo está en la capacidad económica para cumplir con los suntuosos gastos de una campaña política arrolladora, olvidándose del pueblo.
Políticamente nunca supimos por quién votamos. Por eso hoy, a pocos días de las elecciones, no nos acordamos de los planteamientos políticos y mucho menos de las diferencias programáticas entre un aspirante y otro.
Ojalá este acto de fe sea recompensado por una prolífica gestión en el Congreso de la República, de paso convenciendo a quienes tenemos reservas frente al desempeño legislativo de nuestros congresistas.
De hecho, la composición del nuevo Congreso promete que el trabajo parlamentario tenga que ser juicioso y revestido de sincera filantropía, de mucho estudio para poder pedir la palabra, si de verdad se quiere levantar la mano para algo diferente a la atención de cafetería. Por ejemplo en el Senado habrá interesantes debates, en los que tratarán cardinales problemas del país, además de evaluar el componente ético, tanto de las intervenciones como del silencio, con las que se aprueban o niegan las iniciativas de sus miembros o del gobierno.
El reto es grande. En la Cámara de Representantes, aunque sin sobresalientes figuras, también necesitamos que se escuche la voz del Cesar, para que el verdadero liderazgo desplace a las fantasmagóricas figuras que aprovechan la responsabilidad legislativa solo para facilitar sus negocios particulares, de espaldas a la satisfacción de las necesidades de los que se dejaron engañar y que con su voto los llevaron a esos puestos de representación.
Pero pensemos positivamente y con optimismo especulemos acerca del cambio de actitud de los que repiten y del tácito talento de los nuevos, para que unos y otros muy rápidamente se cohesionen a favor de un bien común, como lo es el bienestar y la reivindicación de los derechos de un departamento saqueado por el gobierno nacional, del que únicamente recibe pequeñas dádivas magnificadas por su dirigencia genuflexa ante el poder central. Buen viento y buena mar.