Por: Indalecio Dangond
Celebro con mucho optimismo la apuesta del próximo ministro de Hacienda doctor Juan Carlos Echeverry de potencializar el campo como estrategia de impulso a la economía del país. No será tarea fácil sacar adelante un sector que nuevamente volvió a ser la cenicienta de la economía con una caída del 1.3 por ciento en el primer trimestre de este año, de acuerdo a las cifras reveladas por el Dane esta semana. Dice la fuente, que los culpables de este decrecimiento fueron el café y el ganado bovino por el cierre gradual de las exportaciones a Venezuela y la baja producción del grano por factores climáticos. Creo que les faltó mencionar el decrecimiento continuo de los cereales y otros cultivos agroforestales por falta de unas políticas de acceso ágil al crédito agropecuario y a la comercialización de los productos.
La meta de crecimiento del 10 por ciento que ha propuesto el designado ministro Echeverry, exige del nuevo Gobierno, los gremios de la producción, la industria y la banca un alto compromiso para enfrentar los problemas coyunturales del sector. No debemos permitir que se siga improvisando con políticas paternalistas de desarrollo agrícola y rural, como el programa Agro Ingreso Seguro, que solo trajo una sucesión de fracasos y un gigantesco derroche de recursos públicos que solo sirvieron para alimentar el clientelismo político y el aparato burocrático de unos cuantos, en vez de solucionar los problemas concretos de los agricultores.
El nuevo ministro de agricultura tiene una tarea muy dura por delante, ya que tiene que comenzar por ayudar a resolver pronto las investigaciones que adelantan la procuraduría, contraloría y fiscalía contra los ex ministros, viceministros y otros funcionarios del ministerio de agricultura por los escándalos de supuesta corrupción del programa Agro Ingreso Seguro. Le sugiero que nombre un grupo elite especial liderado por el zar anti corrupción.
Como quiera, que estamos insertos en una economía de mercado, en la que la globalización ha llegado para quedarse durante muchos años, nuestro sector requiere de un tratamiento especial durante un tiempo prudencial para adaptarse a dicho modelo. Tal peculiaridad debe expresarse en instrumentos estatales que fomenten la productividad, la competitividad y la eficiencia en la gestión, en medidas que den confianza y seguridad a los productores y en una adecuada institucionalidad que permita corregir oportunamente las distorsiones de los mercados internos y externos, a objeto de generar reales condiciones de igualdad de oportunidades a nuestros agricultores.
Este crecimiento se logra si el Gobierno implementa un plan de choque que facilite a los productores del campo legalizar sus propiedades para que puedan ser sujetos de créditos y de los subsidios del Estado, comprometiendo a la banca privada a que coloquen más recursos de crédito en el sector, logrando que los fondo de pensiones y cesantías financie proyecto productivos a largo plazo como en Brasil y Chile, garantizando un servicio de asistencia técnica gratuito como en Argentina, simplificando los tramites del crédito del banco agrario, fomentando la siembra de maíz, soya y algodón con variedades genéticamente modificadas como en los EE.UU, implementando un seguro agrícola de riesgos como el de España, subvencionando la tarifa de energía rural como en todos los países de Suramérica y por ultimo capacitando a nuestros campesinos en buenas prácticas agrícolas a través de las escuelas rurales del Sena. Doctor Santos, si queremos que el sector rural crezca a la misma velocidad del mercado, el único camino que nos queda es corregir nuestras propias ineficiencias con acciones que generen confianza y seguridad a nuestros productores del campo.
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