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Le faltan platillos al menú

Diversidad en la agenda cultural es una meta que debe trazar toda ciudad en crecimiento, primero, porque es una excelente forma pedagógica para transmitir el valor de la tolerancia, luego en si misma cada actividad trae consigo la presentación de novedades y a partir de ellas: estilos, maneras y costumbres que abren la mente del espectador; no digo que deba gustar porque sí, solo que alimenta la visual, oxigena los sentidos en general y genera un efecto de agrado o desagrado que promueve la opinión, la crítica y eso es fundamental para por ejemplo los jóvenes.

Entre estancos, billares, máquinas tragamonedas, los aparatos tecnológicos y sus aplicaciones, la visita a los centros comerciales, al balneario Hurtado y a los parques de cada barrio, transcurre la infancia y adolescencia de miles de seres humanos del siglo XXI, tan alejados de las manifestaciones científicas, artísticas y culturales de otras latitudes, que en verdad a pesar de su relación con las tecnologías, viven en la centuria pasada. No existe una guía que haga del internet una herramienta apropiada para conocer al mundo y sus maravillas, existe consumo de datos pero no de conocimiento benéfico y constructivo.

Muchas personas reclamamos la creación de espacios fijos y sostenibles, que presenten a los valduparenses y visitantes: obras de teatro, conciertos de géneros musicales diferentes a los cotidianos, exposiciones artísticas; incluso, la construcción de centros de desarrollo científico e interactivo acordes con nuestra región, museos y otras expresiones llamativas propias de ciudades que piensan en el desarrollo social de su comunidad.

Los jóvenes tienen tantas expectativas que muchas veces naufragan en el océano de la modorra y monotonía, están llenos de talento, pero, no encuentran el apoyo ni los escenarios apropiados.

El arte y la ciencia llevan al ser humano a la nobleza y el pensamiento crítico o ¿es precisamente lo que no se quiere?

Por Alexander Moreno Suárez

 

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