Las llamadas temporadas altas, en especial eventos como el Festival Vallenato, sirven de termómetro para medir la incidencia del río Guatapurí en la vida de mucha gente de Valledupar y de otras partes del país.
El río Guatapurí es testigo silencioso del devenir histórico de una región, lleva consigo no solo las aguas que sustentan la vida, sino también las voces de aquellos cuyas vidas están entrelazadas con su curso serpenteante.
Ya con la tranquilidad que se deriva del día después de terminado el Festival, sin ese bullicio folclórico, EL PILÓN estuvo allí a las orillas de ‘El rey del Valle’ para escuchar esas voces de los que viven de su entorno, de esas personas que con múltiples ideas comerciales luchan por el sustento diario.
Cada quien habla según el nivel de ingresos que obtuvo durante estas festividades, para algunos este fue un buen festival, para otros no tanto y señalaron una larga lista de aspectos por corregir en las orillas del río Guatapurí, ese clamor debe ser escuchado por las autoridades competentes.
Entre tantas voces, tal vez la de mayor inconformidad e impotencia es la de la asociación de masajistas y vendedores ambulantes, esa población considera que, por falta de control, de organización y de mística, por parte de los funcionarios de la Alcaldía de Valledupar y de la misma Policía, no pudo sacarle provecho al río durante el Festival Vallenato.
Lamentable el testimonio de Sindy Meza, una masajista agremiada a la cooperativa del río Guatapurí. Cuenta ella que para poder trabajar en festival debió pagar un derecho por valor de 50 mil pesos, sumado a eso tuvo que cancelar 70 mil pesos por concepto de camiseta y gorra de la cooperativa, es decir, invirtió 120 mil pesos, con el agravante de que sus ingresos no superaron los 200 mil pesos durante los principales días del certamen folclórico. “El problema es que nosotras somos 20 agremiadas, pero de afuera llegaron más de 100 que sin pagar impuestos, sin uniforme acapararon a todos nuestros posibles clientes porque aquí no hay control policial, ni de espacio público y ni el acompañamiento de la Alcaldía, en verdad quedamos muy tristes, sin que nadie haga algo por nosotras”, afirma con rostro afligido la masajista.
También los vendedores de licores señalan que las grandes empresas y distribuidoras les compiten con precios inferiores. “Ellos solo vienen a vender y luego se van con su plata, mientras que nosotros, que siempre estamos aquí cuidando el río y pagamos impuestos, no podemos vender por esa competencia desleal”, dijo ‘Nacho’ Andrade.
Estos dos testimonios, desde el punto de vista económico, son solo un ejemplo de los muchos aspectos que deben corregirse.
Esas voces también están obligadas a realizar acciones encaminadas a evitar la contaminación, la sobreexplotación y todo aquello que pueda amenazar la salud y la vitalidad del río Guatapurí y de paso impedir que se pongan en peligro sus propios medios de vida. Es importante que escuchemos estas voces no solo como narradores de la realidad presente, sino también como profetas de un futuro sostenible.
Se han presentado crecientes que afectaron la presencia turística en el río. Vienen estos días con un turbio lodazal de sus aguas lo que denota una tala de árboles cuenca arriba. Muy preocupante.