En Agroexpo presentamos con la ministra de Agricultura un proyecto enmarcado en el convenio de venta de tierras para reforma agraria, al que aludió el presidente en su discurso en el Congreso de la República, como una forma de cumplir su compromiso con la reforma agraria.
El proyecto se basa en dos realidades: primero, que hay ganaderos con tierras subutilizadas en ganadería extensiva, y segundo: que no lo hacen por “engorde ocioso”, sino porque la conversión de sus tierras a opciones más productivas, como los Sistemas Silvopastoriles Intensivos, SSPI, exige inversiones que no pueden asumir.
El proyecto propone, primero: el ganadero vende al Gobierno el 40% de su tierra. Segundo: con crédito de fomento y asistencia reconvierte su 60% a SSPI. Tercero: el terreno comprado se adjudica a beneficiarios de reforma agraria, con proyecto productivo de la Agencia de Desarrollo Rural, ya sea en ganadería o en otros renglones.
¿Quién gana?
El Gobierno, que impulsa su programa de reforma agraria hacia la meta de 1.500.000 hectáreas en su periodo, y su lucha contra el cambio climático, gracias a la capacidad restauradora de los SSPI.
El beneficiario de reforma agraria, si el gobierno cumple con la integralidad (riego, crédito, asistencia, asociatividad, etc.); si no lo hace, más pobres sin tierra pasarán a serlo con tierra.
El ganadero, pues con SSPI logrará mayor productividad y rentabilidad, con potreros convertidos en bosque de pasturas, especies forrajeras y árboles, para que las vacas coman “mirando p’arriba” como explicó coloquialmente el presidente en su discurso.
Los SSPI permiten una capacidad de carga hasta cinco veces mayor, es decir, más animales en menos tierra y, por ende, mayor producción de carne y leche; mayor bienestar y menores problemas de salud; mayor captura de carbono y menor emisión de gases de efecto invernadero; mayor fijación de nitrógeno en el suelo y menor utilización de químicos; y quizás las más importante desde el punto de vista ambiental: la recuperación de cuencas hídricas y de biodiversidad.
Finalmente, gana la ganadería, con un mayor y mejor aporte a la seguridad alimentaria y a las exportaciones, a partir de productos orgánicos altamente demandados por los mercados, por sus mayores valores en elementos nutracéuticos, como el Omega 3.
En 2006, en nuestro Plan Estratégico 2019, planteamos que la ganadería podría devolver a la naturaleza y a otros renglones de producción 10 millones de hectáreas, hasta triplicando el hato en los restantes 20 millones, en los que podría albergar hasta 90 millones de animales con sostenibilidad, lo que nos llevaría a los primeros lugares de la ganadería mundial y, de paso, a convertirnos en paradigma de reconversión sostenible.
Pero no lo podemos lograr solos. Que el Gobierno lo haya entendido es un primer paso hacia una gran revolución agraria. Es cuestión de replantear la meta y avanzar, porque la ganadería sostenible es paz social y paz con la naturaleza; sencillamente… es futuro con paz.
Por José Félix Lafaurie Rivera.