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Las travesuras de ‘Wicho’ Sánchez

‘Wicho’ Sánchez, una figura importante en el folclor vallenato, que dejó huellas por sus composiciones y su característico humor.

Innumerables episodios, matizados todos por el avispamiento en su constante trajín musical que el recreó con su ingeniosa chispa y gracia natural, hacían de Sánchez una figura central en las auténticas parrandas vallenatas.

Años atrás en un Festival Vallenato, don Jorge Dangond y el doctor Crispín Villazón, parrandeaban con Abel Antonio Villa en el Club Valledupar, y, tras varias horas escuchando aires bajeros del viejo Magdalena, mandaron a buscar a los ‘Lazeros Vallenatos’, el primer conjunto de ‘Wicho’ Sánchez, quienes le cambiaron el color a la música, con cantos tradicionales de nuestros autores, con la evidente molestia del padre del acordeón al sentirse un poco desplazado por aquellos intrusos. Finalizada la tarea, el doctor Crispín indagó sobre el valor del toque y Abel Antonio, por su edad y jerarquía, tomó la vocería de todos: “son ochocientos pesos doctor y yo me encargo de darle a los muchachos lo de ellos”. –“Eso era un platal en esa época”-, comenta Sánchez. Crispín le entregó el dinero al maestro y este a ‘Wicho’, que era el cantante y líder del grupo, le dio cien pesos y a Florentino Montero, Rodolfo Castilla y ‘Fello’ Calderón cincuenta para cada uno. –“Todos quedamos heridos”, me comentó Sánchez, pero don Jorge quiso colaborar también, pero como no cargaba efectivo”, le dijo a Abel Antonio: “pase por la mañana a mi casa por otros ochocientos”-, con el general beneplácito que esto produjo en los músicos de ambos grupos.

Sánchez sabía que don Jorge era tempranero y, con su tropa, desde las seis de la mañana se le parquearon en la puerta del edificio Dangond a esperarlo; efectivamente a las siete de la mañana apareció con el cheque en la mano –“¿y el señor Villa dónde está?”-, preguntó. –“El amaneció un poco indispuesto y nos encomendó que le cambiáramos el cheque y que allá en la posada hacemos la repartía”, dijo Sánchez-. A las ocho en punto cambiaron el cheque. Cada uno cogió rumbos diferentes sin volverse a asomarse por la plaza Alfonso López, donde anteriormente se desarrollaba el Festival.

Tremendo chasco el del maestro Abel, cuando a las nueve de la mañana llegó buscando el cheque. No los volvió a ver.

Al año siguiente, el primer día del Festival llegaron ‘Los Lazeros’ a la Plaza, buscando alguna flecha parrandera y encontraron un tumulto donde los Pavajeau. ‘Wicho’ iba delante y al abrirse paso entre la multitud a ver de quien se trataba, quedó enfrentado con Abel Antonio que en ese momento improvisaba versos, y de inmediato le disparó:

“He visto un amigo,
Un amigo que tenía hace un año por aquí
Amigo que no es amigo
Ese amigo tiene algo que arreglar conmigo”.

Sánchez se escurrió entre la gente y previniendo a ‘Fello’ y Rodolfo de quien se trataba, tomaron las de Villadiego. “Abel Antonio nos perseguía como el zorro a la gallina y nosotros le huíamos como el diablo a la cruz; ese año no volvimos a pisá la Plaza y más nunca nos dejamos ver de él, pero yo cantaba para mis adentro”:

Abel Antonio no llores
Que eso le pasa a los hombres
Abel Antonio no te pongas a llorar
Que eso te pasa por quererme garrotear.

Las aventuras con Zuleta
Para nadie es un secreto la fraternal amistad que existió entre ‘Poncho’ Zuleta y ‘Wicho’ Sánchez, no podían vivir el uno sin el otro, festejaban, parrandeaban, peleaban, se divorciaban, pero no por mucho tiempo, eran “cucarachas del mismo calabazo”.

En una parranda donde ellos estaban, siempre hubo sobrados motivos para gozar a placer, ya que andaban todo el tiempo en un solo tira y jala, gastándose pesadas bromas que en serios disgustos terminaban a veces, ya que la lengua de Sánchez podía ser mordaz, caustica y hasta venenosa, cuando Zuleta lo puyaba para que todos gozaran a costillas de él.

Hace algunos años, la señora Carmen Díaz, la madre de ‘Poncho’, por problemas coronarios tuvo necesidad de instalarse un moderno dispositivo en el pecho para mejorar la función cardiovascular y, para festejar el éxito de la operación, Zuleta armó un fenomenal parrandón en el kiosco de su casa. Sánchez llegó en su flamante y bien engallado Renault 6 y lo parqueó dentro del patio. En cualquier momento, ‘Poncho’ lo mandó a comprar whisky a un estanco cercano, solo con el propósito de quitarle los limpiavidrios al Renault, escondiéndolos entonces detrás de una nevera.

Tremendo fue el alborotín que armó Sánchez al percatarse del hurto y hablando hasta por los codos, airadamente le reclamaba a Zuleta que su casa estaba llena de ladrones y comenzó a despotricar de todos los que allí parrandeaban. Su inconformidad no cesaba y, ante eso Hugues Martínez, tratando de apaciguarlo, discretamente le hizo saber que el de la gracia era Zuleta. ‘Wicho’ se calmó y la parranda siguió y al terminar el bromista de cantar el paseo ‘Mi hermano y yo’, con sorna le dijo Sánchez: -“Oye Zuleta, por qué en lugar de quitarle los limpiavidrios a mi carro, no le quitas mejor el marcapaso a Carmen Díaz”-. Todos enmudecieron ante semejante embestida y tan sólo el aludido, acostumbrado a estos cáusticos ramalazos, lo festejó con una contagiosa carcajada.

Así era ‘Wicho’ Sánchez el alma alegre del Cañaguate.

Por Julio Oñate Martínez

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