El diablo también abre puertas y el individuo y la masa, sin saber bien qué los impulsa, se apresuran a entrar. Perú lo acaba de hacer. Y Colombia puede no estar lejos de ello. De hecho hoy día, con lo que está pasando, el país deambula abatido en el purgatorio, sin camino claro. En una trocha o, en el mejor de los casos, en una vía terciaria que habrá que pavimentar en un ecosistema de diálogo e inclusión.
Las malas decisiones acompañan al hombre desde su individualidad y en su comportamiento colectivo. Las personas no siempre eligen, en sus decisiones, lo mejor para ellas: los individuos se embriagan, fuman, se drogan, comen comida basura, escogen la pareja que no es y a pesar de ello continúan con ella. En muchos casos, el ser humano -precisamente por serlo-, y también la masa, toman decisiones muy malas por falta de consciente y por mucho inconsciente.
Perú lo hizo cuando permitió que a segunda vuelta presidencial pasaran lo peor de lo peor, por una parte, Pedro Castillo, un ignorante prominente, sin experiencia, radical, marxista, leninista. Y Keiko Fujimori, con antecedentes de corrupción y proveniente de una cuerda, la de su padre, condenado por violación de los derechos humanos cuando fue presidente.
Pero, la pregunta es ¿qué pudo haber pasado? y ¿cómo se explica lo sucedido en Perú que abrió las puertas del infierno, de la desestabilización y el desbarranco?
Una cosa es cierta: la riqueza se produce con conocimiento, innovación, creatividad y audacia. Se crea con capitalismo. No con socialismo. Y claro, la distribución de la torta de la riqueza importa pero el debate debe concentrarse en cómo hacerla más grande y distribuirla mejor. Y para lo segundo está la ética: el capitalismo ético que pregona Paul Collier o afirmar, como lo hace Adela Cortina, que así como existe capital político, físico y humano, debe crearse un capital ético, el cual debe ser transversal.
Perú tomó una mala decisión. Su decisión más que racional, fue emocional. En las elecciones pasa así. Lo que se cree con bulos o, con la información epidérmica, superficial, esa que proporciona un Twitter o un meme van directamente a la amígdala cerebral, a lo emotivo, al impulso.
La disyuntiva del 2022 en Colombia está entre elegir a un presidente de los extremos -por ahí hay uno, incendiario, que propone un pacto histórico y no es capaz de unir ni a la izquierda-, o uno de centro que señale la esperanza, procure construir desde lo colectivo y privilegie el bien común. La salida no es desde los extremos ideológicos que son supremacistas, niegan la otredad y se imponen como única verdad y razón, tampoco desde el populismo que desestima el razonamiento y privilegia las pasiones y lo irreal; el populismo ofrece -como los amores traicioneros- desengaños y decepciones. Los extremos: rigideces y exclusiones. El camino es el centro y la esperanza.