El debate que se está dando con ocasión del plebiscito sube de volumen todos los días.
Infortunadamente, lo que aumenta no es el tono intelectual sino los agravios y las descalificaciones.
Decir, con fundamento en la sentencia de la Corte Constitucional, que el acuerdo podrá renegociarse, es bautizado como una mentira por parte del Presidente del Senado, para poner un ejemplo.
Y el ex presidente Gaviria califica la esperanza de que dicho acuerdo sea mejor, gracias al triunfo del NO, como la continuidad de la guerra. Lo que necesita el país es que se discutan los argumentos, las razones y las distintas visiones que existan para defender el SÍ o abogar por el NO.
Hacerlo es el único camino posible para que la decisión que tome el pueblo colombiano sea el fruto de la razón y no hija de emociones pasajeras.
Por eso resulta tan alentador leer reflexiones patrióticas en una atmósfera turbulenta e irracional como la que vivimos.
Eso fue lo que hizo Sergio Araújo Castro en su columna publicada el domingo pasado en el diario El Tiempo. ¿Qué explica que Santos desprecie “la robustez que daría a los acuerdos una revisión constructiva de lo pactado?”, preguntó el columnista.
De otro lado, le hizo llegar un mensaje a las Farc acerca de la conveniencia de que exista un consenso nacional que lleve a la “inmensa mayoría a respaldar los acuerdos e incluso prescindir de votar”.
El ejercicio que se está haciendo en La Habana, solamente será bueno para la patria en tanto lo que se convenga en la mesa de conversaciones sea aceptado y aprobado por la inmensa mayoría de los colombianos.
La imposición de posiciones bilaterales, es decir, las definidas entre el Gobierno y las Farc, arropadas bajo la cobija de una supuesta refrendación popular, dejarán a la nación dividida durante muchos años, si se impone el SÍ.
En esas condiciones, el llamado blindaje jurídico, que le dio a los negociadores por inventarse, será apenas el intento de escribir una mala novela.
Todo lo que acordaron podrá cambiarse si el pueblo colombiano, que es el soberano, decide darle un mandato en ese sentido al próximo Presidente de la República.
Lo que no puede olvidarse es que el poder constituyente, la soberanía, está en las manos de ese pueblo que se pronuncia directamente o eligiendo a sus representantes y mandatarios.
Lo que sucederá si gana el NO es eso. El Presidente recibirá la orden popular de renegociar los acuerdos. Dicha consecuencia fue definida por la Corte Constitucional, en tanto el resultado del plebiscito es un mandato político al gobernante.
Sin embargo, poca duda cabe acerca de que lo más conveniente para el futuro del país sería encontrar los consensos mínimos que permitan un apoyo verdaderamente mayoritario a los acuerdos con las Farc.
De lo contrario, todo será flor de un día, aún cuando los partidarios del SÍ resulten victoriosos. Votar a favor del NO es buscar ese consenso incluyente gracias a la renegociación de lo acordado. Pero, si se consigue lo que plantea Araújo, mejor para Colombia.