Cada año, destacadas instituciones y organizaciones eligen las palabras que mejor representan las tendencias del momento. En 2024, términos como kakistocracia (The Economist), brain rot (Oxford) y polarización (Merriam-Webster) no solo reflejan un vocabulario en auge, sino que trazan una narrativa global marcada por el malestar político, el deterioro mental y la fragmentación social en un mundo cada vez más hiperconectado.
La kakistocracia, definida como “el gobierno de los menos capacitados o más corruptos”, se ha convertido en una descripción precisa para muchos regímenes contemporáneos. La desconfianza hacia las instituciones y los líderes es exacerbada por un ecosistema digital que amplifica los errores y los escándalos en tiempo real. En las redes sociales, las decisiones mal informadas de los líderes se viralizan, generando indignación global pero pocas soluciones concretas. Esto no solo afecta la política, sino también la percepción ciudadana de que la incompetencia y la corrupción son inevitables, sembrando apatía y resignación.
Por su parte, brain rot (literalmente “deterioro cerebral”) encapsula la preocupación por el impacto del consumo excesivo de contenido digital. Las redes sociales, diseñadas para maximizar la atención, fomentan el desplazamiento rápido por contenidos superficiales y fragmentados, afectando nuestra capacidad de concentración y pensamiento crítico. Esta degradación cognitiva no es un fenómeno individual, sino colectivo: afecta la educación, las relaciones personales y la manera en que nos involucramos con los grandes problemas de la humanidad.
Finalmente, la polarización es el telón de fondo omnipresente que divide sociedades y refuerza burbujas ideológicas. En un mundo conectado, los algoritmos priorizan el contenido que genera reacciones emocionales, perpetuando conflictos y profundizando divisiones. Este fenómeno tiene un impacto tangible en la vida cotidiana, desde rupturas familiares por diferencias políticas hasta la dificultad de llegar a consensos básicos en comunidades locales.
Pero, ¿cómo revertir esta tendencia en un mundo conectado? La respuesta comienza con responsabilidad individual y colectiva. Las plataformas digitales tienen el poder de conectar, pero también de dividir; su impacto depende del uso que les demos. Por ejemplo, el contenido educativo y la interacción respetuosa pueden contrarrestar la superficialidad y fomentar un espacio de diálogo genuino. A nivel político, exigir transparencia y rendición de cuentas es crucial para desmantelar las kakistocracias.
En el caso del Colombia, el departamento del Cesar y Valledupar, la kakistocracia se refleja en la desconfianza hacia líderes que priorizan intereses personales, mientras la polarización dificulta consensos esenciales para el desarrollo. Además, el brain rot afecta a una juventud atrapada en un consumo digital que desconecta de su entorno cultural. Superar estos retos exige liderazgos comprometidos y una ciudadanía digital que use la tecnología para unir y empoderar a la comunidad.
Es un año que nos enfrenta a nuestras fallas como sociedad, es vital transformar nuestra relación con la tecnología y los demás. La solución no es desconectarnos, sino usar el mundo digital con propósito, empatía y sentido crítico, cambiando la resignación por esperanza y acción. Las palabras del año no solo reflejan la realidad, sino que nos llaman a transformarla.
Alfredo Jones Sánchez @alfredojonessan