A través de esta tribuna en varias oportunidades he sido insistente en la necesidad de construir en el presente el futuro de Valledupar, con base en las tendencias y cambios que permanentemente sufren las ciudades, asimismo, porque será en 2050 el hábitat del 70 % de la población mundial.
Las ciudades enfrentan escasez de metales, minerales y combustibles, y los impactos de los sistemas de alimentación, transporte y edificación, en consecuencia, es menester diseñarlas con visión de largo plazo, para garantizar la oferta institucional, atender eficazmente la demanda de sus habitantes y sobrellevar los procesos de transformación urbana.
Valledupar ha tenido la desdicha de ser gobernada sin la coherencia lógica que describe su crecimiento. Los últimos 20 años han sido caracterizados por la desidia, se ha creído que la ciudad es aún de casitas de bahareque y no un sistema de constante evolución. En 1993 la población en Valledupar se había duplicado, para 2015 de acuerdo con proyecciones del Dane, la población alcanzaba 453.215 habitantes. En ese escenario de crecimiento, la oferta institucional debe procurar puntos de equilibrio entre el desarrollo y los aspectos ambientales, en aras de minimizar los impactos debido a las actividades humanas y los efectos negativos del cambio climático.
Particularmente en la gestión de los recursos hídricos, los sistemas de alcantarillado y de los residuos sólidos, porque desatendidos pueden causar emergencias en materia de salud pública. Estos aspectos con organización y coordinación para comprender y reducir el riesgo de desastres con su respectivo presupuesto, conjugan alusiones de las ciudades que propenden por la resiliencia.
Durante la vigencia 2016, no pude evitar el pesimismo en torno a la gestión emprendida por el alcalde Augusto ‘Tuto’ Ramírez Uhia. Creí que confundía su rol como alcalde con su pasado como cantante de música vallenata, deambulaba en fotos, en la salida retórica y populista de las victorias tempranas, consentidas por su equipo de funcionarios, por ello en su momento manifesté, que en el ejercicio de la Función Pública, hay mucha diferencia entre un seguidor, un asesor y los áulicos.
Oscar Wilde en una de sus máximas manifestó: la experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores. No quiero decir que el año 2016 estuvo plagado de errores, sino ponderar la experiencia, la planeación y la inversión de 153 mil millones de pesos como estímulo para el encare de los logros del gobierno.
El año 2017 es el de las obras, así lo ha expresado el alcalde ‘Tuto’ Uhia. Sin lucro de la oportunidad, en mi calidad de ciudadano y como columnista, reconozco y celebro el antedicho, por importante, y porque me asiste el deber y el derecho de hacer veeduría.
En materia de movilidad el Alcalde dio la largada de la bautizada avenida Fundación, vinculante con la especifidad del proyecto macro inherente al necesario sistema de transporte. El proyecto prevé redes húmedas por el sector del Parque de la Vallenata y la modernización de las redes de acueducto, para asegurar eficiencia en la prestación del servicio de acueducto.
Sobre el particular el Alcalde ha puesto de presente que están contratados 2.4 Kilómetros de vías, enfatizando en la exigencia del cumplimiento de los términos de entrega de los productos pactados para 12 meses, sin anticipos, bajo la rigurosidad de la experticia, idoneidad, marco normativo de señalización de las obras y el musculo financiero de los contratistas.
Estoy atento al desarrollo de la ejecución de los contratos de los parques de los barrios Panamá, San Martin, Los Fundadores y la Urbanización los Mayales. Del mismo modo, de los estudios adelantados por la Universidad Nacional, para la construcción del Mercado Nuevo, adecuación de la Plaza Alfonso López, el Ecoparque del Rio Guatapuri, la plaza y casa en el Aire en Patillal, la Avenida Adalberto Ovalle (va desde Club House, pasa por el Instituto Técnico la Esperanza y termina en Mercabastos) y los deprimidos de las Glorietas María Mulata, los Músicos y la de los Gallos.
Las entidades territoriales a menudo invierten recursos en estudios para la implementación de obras, en ocasiones esta documentación termina en los anaqueles, o inician las obras, pero quedan a mitad de camino generando detrimento patrimonial, circunstancia que también obedece a cálculos políticos, mala planeación y discontinuidad programática. En el primer semestre del año 2015, la Contraloría General de la Republica reveló un informe sobre las obras que terminaron en elefantes blancos, en las que las administraciones de turno de Valledupar gastaron más de 61.000 millones de pesos en los últimos 15 años.
El Alcalde Augusto ‘Tuto’ Ramírez Uhia heredó los problemas congénitos de la ciudad, su elección generó muchas expectativas, quizás esa sea la razón de las antipatías del primer año de gobierno, debido a la exigua ejecución y visibilidad de obras. Al margen de esta conjetura, el valor del análisis de las necesidades de la ciudad se encuentra sobre diagnosticado, terminó el tiempo de las excusas, llegó el momento de avanzar.
La ejecución de los proyectos depende de la disponibilidad de los recursos. De todos es conocida la situación fiscal del municipio. Para el año de las obras el presupuesto de Valledupar asciende a 703.067.023 millones de pesos. El 88.41 % está destinado para proyectos de inversión, el 6.67 % para funcionamiento y el 4.92 % para pago de la deuda.
La cuantificación de los costos de las obras consideradas por el alcalde, superan el presupuesto de la vigencia, lo que implica un horizonte ajustado al periodo del gobierno, y los siguientes naturalmente. Ese debe ser el orden. En efecto, también lo es el matrimonio existente con el gobernador Francisco Fernando Ovalle Angarita. Del mismo modo, la gestión adelantada con Findeter para determinar la capacidad de endeudamiento de la ciudad, respecto de los adeudos inherentes con la Ley 550.
Por la gratitud y lazos de amistad que tengo con varios integrantes del gobierno municipal comandado por el alcalde Ramírez, auguro éxitos en cada emprendimiento. Comprendan que los recursos públicos son sagrados, como la conducta que deben mostrar en el ejercicio de sus funciones. No puede repetirse el caso del Secretario de Transito, reincorporado a su cargo, en vez de ser separado de manera ejemplarizante.
A los ciudadanos los invito a interpretar los principios básicos de cultura ciudadana, entendamos la complejidad de la situación temporal, y el compromiso con el deber como contribuyentes, en 2016 el ejercicio solo logró el 28 %. Alcalde Augusto Ramírez Uhia, obras son amores y orden de matrícula para hacer historia, haga cumplir el convenio suscrito con la policía nacional, para mitigar el caos vehicular. Manos a la obra.
Por Luis Elquis Díaz
@LuchoDiaz12