El comentario generalizado durante las distintas reuniones sociales, propias de las festividades decembrinas, que se dieron en diferentes sitios tanto públicos como privados, siempre apuntaban a las expectativas reinantes frente a lo que serán los nuevos gobiernos que iniciarán el próximo primero de enero.
Un detalle que resulta relevante en esas conversaciones es la nueva dinámica pos elección a la que se les ha visto sometido a todos los mandatarios electos, a quienes les ha correspondido adelantar una agenda viajera en por distintas ciudades del país en pro de cumplir con diversas jornadas de capacitación, socialización y de articulación de procesos institucionales.
Esa situación ha provocado que los mandatarios electos hayan estado un tanto ausentes de sus respectivos municipios después del acto de elección del pasado 29 de octubre, ello es entendible, pero también está el reclamo de muchos electores que quieren seguir palpando de cerca a su líder y saber cuál su actitud ya con la investidura de alcalde o de gobernador.
En cierto sector de la comunidad queda la sensación de que ese líder cercano y accesible que era en campaña ya no es el mismo ahora electo, pero también están los que comprenden las dinámicas de la cosa pública y de todos esos procesos pos elección.
Ante esa situación es necesario comprender la importancia del puente entre la elección y la posesión que conjuga responsabilidad y expectativas. Se requiere tener plena conciencia de todo lo implica esa transición entre la victoria en las urnas y la toma de posesión oficial, allí los gobernantes electos deben aprovechar todas las oportunidades que les brinda el Estado antes de asumir de manera oficial el reto y el compromiso para el que fueron elegidos.
Este periodo, a menudo subestimado, es un tiempo de transición que revela mucho sobre el carácter, la visión de quienes liderarán nuestros entes territoriales y es el momento en el que las promesas electorales deben dar paso a una planificación concreta y estratégica para el futuro.
A los mandatarios electos les llega el momento de cumplir promesas vs. realismo. Es sabido que, durante la campaña, los políticos tienden a hacer promesas audaces y compromisos fervientes. Sin embargo, es en la transición postelectoral donde la retórica debe transformarse en una hoja de ruta realista. Los electores merecen no solo palabras grandilocuentes, sino también planes factibles que aborden los desafíos reales que enfrenta la sociedad.
A ellos, los mandatarios, les corresponde entonces construir puentes, no barreras, por ello este periodo también presenta esa oportunidad de explorar esas conexiones entre diferentes sectores de la sociedad. En lugar de mantenerse en campos partidistas, los gobernantes electos pueden demostrar liderazgo colaborativo al buscar opiniones diversas y construir consensos. La política poselectoral no debería ser un espacio para la confrontación, sino para la construcción de una visión compartida del futuro.
También es de tener en cuenta factores como la transparencia y comunicación, es esencial la construcción de la confianza pública. Los líderes electos deberían comprometerse a proporcionar información clara sobre sus acciones y decisiones durante este periodo de transición. La comunicación abierta y honesta contribuye a reducir la incertidumbre y a establecer una relación positiva con la ciudadanía.
Y, por último, la preparación para desafíos inesperados debe estar incluida en la mentalidad del gobernante electo en razón a que el periodo previo a la toma de posesión también es el momento para anticipar y prepararse para todo lo que ha de venir. Los líderes deben demostrar capacidad de adaptación y resiliencia frente a situaciones imprevistas. La forma en que aborden crisis anticipadas o emergentes puede influir significativamente en la percepción pública de su capacidad de liderazgo.